sábado, 14 de octubre de 2017

Quizás todo comenzó cuando nací-momento que no recuerdo, por cierto-donde nos sentimos por primera vez, cuando sentí el amor de abuelita. Spoiler alert: hoy ella ya no está, no en forma corporal, espiritual ni sonora a través de su voz, solo persiste en mí, en mi ADN, en mi humor, en mi ironía, en el claro color de mis ojos, en mi tono de pelo, en el tamaño de mi nariz. Mi consuelo no radica en Dios, la virgen, “elmásallá”, “laotravida”, el cielo ni las concepciones religiosas existentes, para mí persiste en la ciencia, en la biología, en parte de mis células, en su núcleo, en mis mitocondrias.
Mis primeros recuerdos son el escape constante que me brindó los fines de semana, las vacaciones de invierno, de verano, los feriados, cuando vivíamos en Santiago y ella en Viña, cuando su departamento era la central de operaciones de juegos, travesuras con mis primos, ver Sailor Moon tomando leche de vainilla o chocolate con pan tostado con mantequilla, cuando le hacía bromas a los vecinos que me iban a buscar a su casa, cuando armaba un sillón cama al lado de su cama para que yo durmiera ahí y me enseñaba a rezar. Entre estrofas que rimaban de forma automática y algunas canciones, aprendí rezos largos y otros cortos, que más adelante me sirvieron para recitarlos a coro en el colegio. Lo peor sucedía cuando se nos acababa el tiempo y en el umbral de la puerta nos despedíamos, ambas llorando, con los ojos rojos, las pestañas mojadas y mi Tata intentando hacer alguna broma para que todo fuera menos dramático.
Luego me hice mayor y el vínculo siempre existió, fue mutando pero siempre se mantuvo en el mismo tiempo de la infancia: probablemente yo nunca crecí ante sus ojos y ella ante los míos nunca envejecía. En secreto y en silencio, nos convencíamos de eso, las dos, cada una por su parte, sin decirle a la otra, pero con una mirada era suficiente para saber que ambas estábamos en esa sincronía fantasiosa donde el tiempo se detenía, donde seguíamos siendo las mismas de las vacaciones, las mismas de los años 90, quizás son más historias o más conversaciones.
Siempre fue mi persona favorita, más que cualquier otra, quizás desde el mismo momento en que salí del cuerpo de mi madre o desde uno de los primeros recuerdos que tengo de ella, cuando viajó de emergencia a Santiago porque mi mamá había tenido un accidente y yo tenía entre 4 o 5 años y se fue a quedar conmigo. Era un departamento dúplex y yo entre lo desorientada que estaba respecto a lo que sucedía, me sentía inmensamente feliz de que ella pudiera conocer mis juguetes, mi pieza, mi mochila de Snoopy que mi papá me había comprado hace poco (la que un día se llenó de hormigas porque metí un diario en su interior).
Cuando aprendí a rezar, lo primero que le pedí a Dios fue que mi abuelita nunca se enfermara, para así no morirse. Por culpa, luego pedía por mis otros abuelos, para que también los protegiera, por mis papás y por mi familia. Quizás para no sonar egoísta o no hacer tan evidente mi favoritismo.
Mi abuelita fue madrina de bautismo de mi prima mayor y de mi hermano. Algo en mi interior dolía, por más que yo lo evadiera, pero sentía cierta tristeza por ello. Por suerte, fue mi madrina de confirmación. Es irónico, ya que los sacramentos católicos nunca los entendí realmente ni tampoco los sentí tan importantes en mi vida, pero ir un año completo a catequesis solo para hacer la confirmación, tenía una recompensa y era que ella de cierta forma afianzara aún más el lazo que ya tenía conmigo.
Vivimos muchas cosas que no sé cómo verbalizar y por ahora quisiera mantener en forma de sensaciones en mi mente. Sé que en algún punto tendré que buscar en las imágenes mentales y sonidos para así codificarlas e hilar oraciones para de esa forma tener un registro, para que la memoria no me falle ni me abandone.
El 2016 fue un golpe, una patada y una cuchillada cuando, por más que yo me negara a aceptarlo, entenderlo y diagnosticarlo, a mi abuelita se le olvidaban algunas cosas, me preguntaba varias veces lo mismo, me contaba las mismas historias una y otra vez como si fuera la primera, cuando me preguntaba dónde trabajaba yo, en qué y dónde vivía. La bolsa sobre mi cabeza fue sentirla más ausente, más callada, menos risueña, menos participativa. Eso me quitaba el oxígeno de a poquito, pero yo buscaba como respirar, como subsistir. El tiro de gracia, la inyección letal, el cianuro en mi lengua, fue verla en silencio constante, escucharla lo mínimo, sentir su mirada lejana, sus pensamientos en otro lugar.
Eso me quebró. Me rompió por dentro, me arrancó las entrañas de la manera más dolorosa, fue rascarse los ojos con un garfio con alambre de púas.
El 2017 ocurrió lo peor. La visité en el hospital un par de veces. Un jueves a las 12.00 recibí una llamada en el trabajo, tomé mi auto y viajé una hora y media desde Santiago a Viña. Manejé angustiada, sin poder ver bien, lo más rápido que pude, llorando sin parar. A ratos me calmaba porque no tenía más lágrimas, luego mi cuerpo las producía y podía continuar.
Llegué, entré a la pieza y no supe cómo reaccionar. Me encerré en el baño ahogando un llanto desesperado y estuve toda esa tarde con ella. Intentó mirarme, intentó separar un poco sus párpados, intentó llevar sus córneas hacia las mías. Recordé mi existencia completa en esa pieza de hospital. Porque al final del día, todo lo que soy, todo lo que he tenido, ha sido ella.
El viernes muy temprano falleció. Nunca había visto un cuerpo sin vida de cerca. Me encerré en el mismo baño. Me fui a sentar a su cama, a los pies de la cama y la miré. Le hice cariño, le apreté los dedos de los pies (tal como lo hacía ella conmigo), la seguí mirando.
Esperé que la vistieran, la acompañé a la morgue. Llegué a mi casa, a mi pieza, a mi cama, lloré en posición fetal a gritos por minutos. Lloré en posición fetal a gritos por minutos. Seguí llorando en posición fetal a gritos por minutos.
El velorio y el funeral me desarticularon, me rompieron, me torturaron, me robaron el alma, la esencia, me destruyeron el corazón, las ganas de respirar.
Viajar de regreso a Santiago de noche entre lágrimas y dolor fue difícil, entrando a la ciudad sentí que me desvanecía con un pie en el acelerador y las manos en el volante. Esa noche no sé si dormí o me desmayé. Esa noche no sentí miedo, ya que no debía rezar para que mi abuelita estuviera protegida, porque ya no estaba, no había necesidad.
Han pasado dos meses, la pena está enmascarada con medicamentos, con horas de sueño, con evasión.
Lloro poco, muy poco en relación a lo que creí que podría llorar. Un par de veces a la semana algo gatilla recuerdos y aflora todo una vez más. Algunas ocasiones lloro, otras me concentro en otros pensamientos para evitar derrumbarme.
Y siempre me va a doler, porque no soy la de ayer, no soy la del año pasado, porque mis rutinas se quebraron, ya no tengo que planificar visitarla, no converso con ella, no siento su mirada sobre mí cuando yo no la estaba observando.

No sé qué va a pasar de aquí en adelante, no puedo pensar en el futuro, porque ya la vida hizo ésto. No podría esperar nada ya. Me conformo con levantarme en las mañanas, seguir respirando, esperar no sentir tanta pena o ser capaz de funcionar, evadiendo, con los recuerdos vivos pero escondidos, que aletean cada vez que algo en el entorno los saca de la caja.

domingo, 7 de agosto de 2016

A la vereda más angosta

Puta, tengo ochenta y seis cosas en la cabeza: represión, liberación, alegría, tristeza, orgullo, arrepentimiento. La cámara de los secretos ha sido abierta y es la zorra. No me gusta el gay de marcha ni el vistoso, ni el hombre femenino ni la mujer masculina. Mejor corrijo, “no me gustaba”, ahora me agrada, no implica que me encante pero al final de la tarde cuando el sol se pone y algo de cordillera se ve desde mi ventana tras un día largo de trabajo y transporte público, me pregunto ¿que chucha me importa a mí como sean los demás? No me importa, pero me obsesiona lo que piensan de mí, lo que se habla de mí a mis espaldas, lo que me dicen a la cara camuflado de buenas o malas intenciones, las ironías. Quiero tener una banda, tocar el bajo y un pandero, ser medianamente afinada para hacer los coros. Quiero escribir un libro que sea criticado positivamente, hacer conversatorios, que otros analicen lo que quise decir e inventen teorías hermosas que ni siquiera hayan sido parte de mi plan inicial. A veces quisiera volver el tiempo atrás y hacer las cosas distinto, haber sido más honesta conmigo misma y con los demás, palpar claridad, luz, nitidez y no solo borrones, dudas y cuestionamientos eternos que se multiplican y se elevan al cubo y al cuadrado y a la raíz cuadrada. Fantaseo con estar sentada en el comedor con mis papás en una comida medianamente agradable, con una conversación liviana y sin llantos ni miedo ni cobardía decirles que me gustan las mujeres y también los hombres-aunque en menor medida, pero no quita que me gusten-pero siento que no sucederá a menos que yo no me lo proponga. Es raro “renegar” de un mundo al que perteneces, compartir tu cama con una mujer pero no llevar una bandera, sacar los colmillos cada vez que aparece una tipa atractiva-o medianamente-o simplemente cautivadora pero afirmar que el mundo gay no es propio. Y es contradicción, soy contradicción, como una sudestada, como la lluvia torrencial en el norte y el calor abrasador del sur, como mis palabras, como mi mirada cuando estoy nerviosa y callada pero cien mil vientos corren por mi cabeza, porque no me gustan las discoteques heterosexuales ni las amigas heterosexuales ni los reggetones heterosexuales ni los adminículos de moda heterosexuales. Me gustan los gays-al fin puedo reconocerlo, admitirlo, gritarlo, alegrarme, gozarlo-me gusta la música que bailan(bailamos), las películas que ven(vemos), los lugares que frecuentan(frecuentamos), los copetes que toman(tomamos), las cosas que hablan(hablamos), la gente que miran(miramos), los lazos que forman(formamos), el sentido de pertenencia que tienen (del que yo carecía). Nunca me identifiqué con etiquetas, rótulos pero siempre lo quise. Lo heterosexual me pone-ponía especialmente incómoda y lo gay me atraía pero como placer culpable a ratos, aunque la mayoría del tiempo con un goce inmenso. El bendito/maldito closet siempre fue un tópico y hoy lo sigue siendo, pero estoy cercana a pararme del rincón, abrir la puerta y ver lo que hay afuera: el degradé de realidades, la difuminación, donde converge lo hetero con lo homo, donde el hombreconhombre y mujerconhombre funcione, donde la mujerconmujer es parte importante de la sociedad, se empodera, tiene un trabajo, dinero, amor, una mascota, sueños, proyecciones, responsabilidades y es valorada como alguien íntegro. De un tiempo a esta parte que el tiempo haya pasado tan rápido/lento al interior de éste closet me duele, me provoca arrepentimiento y estupidez, Pero puta, tenía que estar lista YO para comunicarlo, aceptarme yo para que otros lo hagan, pero más que todo, tenía que querer ser bisexual para vivir, para respirar, para sentirme bacán, orgullosa, especial, distinta pero igual a los demás, fuerte, valiente, linda, resuelta, simpática. Por más que me pese el tiempo perdido, tuve que conocer a la gente que conocí para estar acá hoy, bailar las canciones que bailé para adueñarme del mundo gay, besar a las personas que besé para saber qué me gustaba y dudar muchas veces para tener veinte preguntas y cuarenta respuestas para cada una de ellas, que me prepararon-finalmente-para saber a dónde voy, de donde vengo y a donde pertenezco.

sábado, 23 de enero de 2016

No room in frame (for two)

Tal como la canción de 'Death cab for cutie', en ocasiones no hay espacio para dos personas en una misma imagen. Anoche vi el video en versión live y Ben llora al final, me enteré en los comentarios que estuvo casado con Zooey Deschannel y se están divorciando. En 3 minutos supe una historia que me partió en dos, me dio una pena enorme. Ayer también casi lloré cuando terminé de ver un documental de ciclistas que corren en el tour de Francia y se esforzaron hasta que los cuerpos no les respondieron más.
Es raro verme, ahora, leyendo como desquiciada, viendo muchas series, caminando en la noche, pensando y a la vez no pensando en nada. No entiendo cómo pasé del punto de saludar a alguien por su cumpleaños a no hacerlo, a dejar pasar panoramas, a aplazar juntas con personas, a elegir cuando quiero establecer conversaciones. Puede que tanto va el cántaro al agua que pronto se rompe (o algo así es el refrán). Tengo una revolución por dentro que me está despedazando lentamente, con dolores y heridas internas, pero tengo certeza que tal como Jessica Jones, seré capaz de sobrellevarlo. En una semana me he insolado dos veces: el sol me pide protección y tiendo a proteger siempre las mismas zonas, y siempre las obviadas sufren daños, dolor, rojo intenso y calor. Con eso he sido capaz de posponer mis pensamientos y mis cambios. Creo que Christina Rosenvinge alguna vez fue mi oráculo y dijo "en la metamorfosis no sentí dolor, me creció una cola de iridiscente color". No sé qué va a resultar de ésto, a ratos tengo miedo, sobretodo cuando me alejo de la orilla, porque cuando me propuse realizar ésto, prometí que no necesitaba ningún implemento en caso de naufragar: si todo salía mal, tenía que movilizar mis adorados brazos para llevarme hacia una isla, algún roquerio peligroso de donde huir rápidamente cuando la marea se calmara o de lleno, con ayuda de la apnea llegar a tierra firme. No entiendo por qué cuando quieres estar acompañada, todos son tan egoístas de permanecer en sus propios centros, pero cuando necesitas estar sola, no existe la empatia ni la comprensión y todos quieren tu compañía, todos te quieren cerca con la mejor cara y la peor imposición de planes y obligaciones a cumplir. ¿Debo seguir cumpliendo después de tantos años? ¿Es requerido continuar posponiendo mis necesidades por llenar ajenas? El año pasado-suena raro escribirlo así-me llevé decepciones que me volcaron como una ola inesperada y ¿Ahora se supone que debo escupir el agua, quitarme la arena pegoteada, soplarme los rasmillones y obviar que eso sucedió? Sé la respuesta y no sé si tengo ganas de verbalizarla o debería simplemente guardármela y simplemente actuar. Quisiera tener memoria de pez, pero no tengo agallas ni acostumbro a nadar en la misma dirección que la corriente.

lunes, 18 de enero de 2016

Stay high (all the time to keep you off my mind)

Odio usar los pijamas incompletos, pero hoy estoy sin el short, se siente raro, pero nunca malo. No soy del tipo de persona que mezcla pijamas, siempre los uso completos. Soy de la clase de persona que se emboba de otras inmediatamente, si hay química con alguien no puedo negar esa amistad o ese lazo amoroso. Soy fácil de encantar, soy súper impresionable, soy como una cabra chica, donde todo lo que brilla, al menos ante mis ojos, sí es oro, y me parece increíble, irrepetible y una oportunidad única que sería tonta al dejar pasar. Así como soy de impresionable y de enamoramiento fácil-tienen la mitad de la pega hecha-me cuesta demasiado mantenerme en el mismo estado y en la misma sintonía. A veces siento que es raro, pero si soy "tabla del 1" en lo que refiere a primeros encuentros, alguna letra chica debería haber, nunca tan simple. Me duele y me duele harto cuando algo me hace doler. Una herida en promedio pequeña me daña, algo que a nadie le importa a mí me interesa demasiado. Y a la vez, eso me hace sufrir, sola, súper imbécilmente. Y cuando llego a ese lugar, trato con todas mis fuerzas de no sentir, de bloquear, de huir, porque es lo que mejor me resulta y es mi mecanismo de protección, porque si no lo hago yo ¿quien?. Ahora estoy bajo efecto de sustancias paliativas a esos sentimientos y aún así no puedo reprimirlos. Y puta, que paja. Tengo una mezcla de cosas en la cabeza, que la maraña no es capaz de desenredarse, tengo pena, un poco de decepción, y lo demás es inclasificable. Es raro que cuando nunca has sentido algo similar o no tienes una palabra para el sentimiento no eres capaz de "taggearlo" o de ponerle un nombre, clasificarlo o inclusive intentar buscar algún término medianamente parecido para explicar. Y quiero olvidar y no puedo y quiero "desenojarme" y no sé si puedo. Creo que la molestia radica en los deseos infinitos de compartir un sueño preciadísimo de infancia y recibir una negativa sin un mínimo intento no de complacerte, pero en última instancia de brindarte un equilibrio. Porque si te quieren cerrar la puerta en la cara, por último que te pasen un cojín y de esa forma amortiguas el golpe o hagan que te alejes del umbral de la puerta para que el portazo no te desbarate.
Yo me considero cobarde, soy capaz de preguntarme 20 veces si echarle o no azúcar a una taza de té, pero fui capaz de dejarlo todo, de cambiar mi vida inmediata, mi ciudad tan amada, mi entorno, mis quereres que puta que son hartos y cercanos a mi casa. Sé que a veces pareciera que lo quiero todo y suena así, pero puede que con un poco de disposición las cosas se arreglen o las vea más a mi favor. Si no me pueden entregar el 100% en color azul, no me enojo si me dan el 50% en azul y el restante en rojo, la idea es sentir que hubo un mínimo sentimiento de empatía, de consideración, de que alguna vez pasaste por la mente de un otro. Y eso me pudre y me ha podrido siempre la mente, porque no lo tolero, porque no estoy hecha de ese material, porque soy capaz de tolerar cualquier cosa. Creo que en ocasiones espero más valentía, no del tipo de valentía que todos consideran como tal: pequeños actos que sean capaz de mantener en constancia lo cimentado, gestos que sean continuos en el tiempo. Si estoy parada y me quitan la alfombra no es esperable que me limpie la tierra y vuelva a ponerme de pie como si nada. Las cicatrices no son lo mío, los moretones tampoco. Si me entrego, me entrego entera, no en pedacitos. No espero lo mismo pero sí alguna señal de que vamos por buen camino. Y estoy cansada de patear puertas, de golpear paredes, de llorar cuando me acuerdo, de tener una sensación de pecho apretado todo el tiempo. Estoy cansada porque pudo ser diferente, porque era capaz de dejar el pellejo con tal de mediar la situación y no puedo dejarlo pasar, no puedo y por más rabia que tenga y por más de 80 métodos pasivo-agresivos que existan para quitarme la rabia, no puedo hacerlos, no puedo, simplemente no.

lunes, 5 de octubre de 2015

Siempre habrá infiernos donde dormir

El viaje por buscar(me) nunca acaba, cuando estoy cerca de saberlo, como un cubo rubrik me desarmo y otra vez al punto de partida. Mi identidad está clara para quienes me rodean pero es imprecisa para mí, frente al espejo solo veo un mapeo de mis "características", pero de mi esencia no soy capaz de dilucidar demasiado. Busco siempre, incansablemente la verdad, mi verdad, la verbalización de hastalo menos traducible en palabras que exista, guardo rencores, dolores, rabias y las atesoro, las abrazo para patear puertas, para dar puñetazos a las paredes y sentir dolor en mis nudillos. Solía pensar que era egoísta, hasta que descubrí a la única persona que he privado de cosas es a mí misma y solo por satisfacer a otros, o creer que de cierta forma lo hacía. Mis "deberes" son mucho más enormes que mis "quereres", los mandatos externos (llámese trabajos, favores y pedidos) los convierto de la manera más imposible e imbécil en "pasatiempos" y en rutinas que supongo engañándome a mi misma serán cosas divertidas, cuando no lo son, y ahí es donde nace mi cansancio, mi agotamiento, la poca paciencia y el temperamento explosivo. Me muestro sana mentalmente para los demás, pero no soy capaz de darme pequeños gustos. Idiota.
Y hoy tengo rabia por cosas chicas, pero las cosas chicas son las que más me irritan, porque llegan al punto exacto donde estalla la bomba  de la incomprensión y no soy capaz de tolerarlo. El descontrol me lleva al final a tener rabia conmigo misma por no ser capaz de encapsularlo, de guardarlo y buscar una manera más sana de expulsarlo. Y ahí nace el círculo vicioso: si no soy capaz de darme un gusto "sano" (a.k.a. "hacer lo que quiero), cuando la impaciencia me lleva a explotar, no puedo negarme tamaña reacción por más que lo intente liberar con otro tipo de energía.

domingo, 6 de septiembre de 2015

Eatpraylove

Bendita Elizabeth Gilbert. Huí constantemente de ver "eat, pray, love" solo por pereza. Quizás hace unos tres o cuatro años atrás fui a una feria del libro con mi papá y no encontré ninguno de mi interés, pero el primero que vi fue el que inspira a la película y luego de dar varias vueltas, entre irme con las manos vacías o llevarme un libro que presentía que podría ser bueno, se lo pedí y me lo regaló.
Hoy vi a pulso "eat, pray, love", entre pausas de ordenar mi pieza, lavar la ropa de cama, bañar a mi perrito, lavar loza y muchos "lavares" más. Elizabeth hace hincapié en no estar por estar, en no quedarte porque sí, por miedo al cambio, por tristeza a dejar cosas atrás, porque aferrarse enfermizamente a lo que te hace infeliz pero esperando que con el tiempo eso mismo te haga feliz, es un error.
A veces tengo miedo, a veces rabia, a veces pena, a veces mucha energía, a veces motivación, a veces terror, a veces miedo y todo vuelve a comenzar. No sé mucho de historia universal, pero creo que debería leer más. Tengo muchos cómics pendientes por leer, series por ver, películas que disfrutar, comidas que probar, personas que conocer, canciones que bailar, lugares a los cuales ir, locuras por realizar, sueños por buscar, experiencias que sentir e ideas que plasmar (en letras). Y lo haré, no sé si hoy, dentro de un mes, pero sé que lo haré. Probablemente necesito recomenzar, dejar atrás todo, esa zona de seguridad en la que he me refugiado por estos veintiséis años y no pensarlo más. El miedo me retiene, pero tengo que ser capaz de retener el miedo, en un frasco con una tapa a prueba de niños y que no se pueda abrir ni el frasco romper. Mis sueños no son corrompibles, mi paciencia no es eterna, las segundas oportunidades no las regalaré, no pretendo entregar mi cabeza en una bandeja de plata a quien no la merezca. En verdad nadie merece mi cabeza, ¿Qué haría sin mi cabeza? Claro, no podría peinarme diariamente ni usar los lentes que tanto me gustan. Puede que no regale mi cabeza pero si mi corazón a quien sepa como aprehenderlo entre sus dedos, mis manos a quien aprecie mi trabajo, mis palabras a quien aprecie mi amistad, mis piernas a quien merezca reunirse conmigo, mis ganas a quien merezca que las deposite en él y mi reloj fucsia favorito que compré en Perú a quien merezca mi tiempo.
He fallado, pero eso hoy no importa, he cometido muchos errores y Sufjan Stevens lo sabe, porque él escribió esa frase, aunque lo claro es que los he cometido en mi mente (I've made a lot of mistakes in my mind, in my mind). Cabe preguntarme si significa que solo inventé los errores y los asimilé como tales no siendo equivocaciones o si erré pero no se notó y solo yo quedé con la sensación del desacierto.
Mi paciencia se descalibró desde infinita a nula, corrió de un extremo a otro, lo cual me desarticuló, pero luego fui capaz de agradecerlo: no es normal soportar todo ni a todos, aunque también es anormal la intolerancia a lo animado y a lo inanimado. Pero claro, ¿la gente pide pruebas en el camino? Si me muestro intolerante, tómalo como un obstáculo que debes sortear para que yo vuelva a tolerarte. Lo barato sale caro dicen. Si soporté subir montañas empinadas, no creo que sea gran trabajo por parte de terceros trepar un pequeño monte de arena que de vez en cuando les pongo en frente solo para saber cuánto lo desean.
Mis paradigmas fueron derrocados, mis afectos rotos, mis motivaciones truncadas, pero soy capaz de abrir los ojos cada mañana, comer ese pan tostado con palta que mi papá diariamente me prepara, subirme a su auto para que me encamine al trabajo, subirme al metro atiborrado, luego a una micro, luego trabajar y producir como un caballo de Teletrak.
Soy capaz de observar con claridad mi errores, los huevos depositados en la misma canasta una y otra y otra y otra vez. Fui justa con lo que yo deseaba en ese momento, pero fui injusta con muchas personas y situaciones, me traicioné a mi misma de pasada. Hoy soy capaz de reconciliarme con mis fallas, de enmendarlas, de enhebrar esa aguja con la dificultad añadida de mi miopía y reparar esa tela, unir los trozos rasgados y recomenzar. Puedo mirar desde otra perspectiva mi vida, en modo de desdoble y valorar, atesorar a quienes han estado en las graderías por tanto tiempo, deseando cambiar de ubicación, lo cual yo nunca permití, nunca fui capaz de abrir esa pequeña puerta y dejarlos avanzar al palco, al mismo escenario conmigo, ahí, a mi lado, codo a codo. Si el horóscopo chino dice que soy una serpiente, debo continuar observando, con calma pero sabiduría, con la paz que a veces me falta y que la leo en abundancia en mis documentos.
Hoy saqué hueso por hueso, cartílago por cartílago de mi esencia y tal como un juego de legos, lo rearmé, me costó saber donde iba cada pieza, encajé mal algunas partes, pero pude separarlas nuevamente y ubicarlas donde corresponde. Nadie asegura que resulte, pero tampoco pido certezas, solamente atesorar que lo intenté, me esforcé y dejé la piel en ello, haciendo tripas el corazón, con la dificultad que eso conlleva, pero al momento de respirar, darme cuenta que al menos continúo funcionando y solamente falta una marcha blanca para comprobar si sirvió en realidad, aunque en el fondo de mi alma, la cual nunca he visto y no sé si tenga, sé que es lo mejor.

sábado, 8 de agosto de 2015

Misunderstood

No recordaba que leer me mataba de pasión, que dormir con la lluvia sonando afuera es uno de los placeres más hermosos del universo, que Netflix puede ser tu mejor aliado, que quien te abandona una vez probablemente lo hará más veces, que los conciertos hacen explotar el corazón, que quien te quiere no tiene por qué aporrearte, que sin esfuerzo no hay recompensa, que no hay que ser tan duro consigo mismo (ni con las personas que siempre han estado codo a codo en tu vida), que el cáncer es injusto, que no todo es eterno pero sí puede ser lo mejor que te haya pasado en la vida, que plantearte dificultades para resolverlas te hará mejor persona, que Pablo Illanes sigue siendo un genio, que me hice adicta al chocolate caliente de cafeterías caras que es denso como cuando preparas un flan, que los reencuentros son necesarios, que la paciencia es un bien que debe ser trabajado, que lo más grande que puedes conseguir en tu vida es tu mundo interno, que las escapadas a lugares solitarios me calman, que a Taco Bell lo descubrí tarde pero valió completamente la espera, que John Green por más cursi se sea sabe tocar las fibras, que los sueños se cumplen, que Cerati sigue entre nosotros, que los dolores paulatinamente son curables en la medida de que tengas al mejor partner a tu lado para formar un gran equipo de vida, que cada día es un episodio diferente de tu propia serie, que Don Draper de MadMen no era tan chévere después de todo, que los Backstreet Boys aún existen en mi corazón y que es necesario perderte un rato para encontrarte con más fuerza y garra.

Las luces del alba (…) no sirven de nada

Debo recordar las epifanías que me visitan, que mis errores son sólo síntomas de situaciones más inmensas que yo, que cambio un día y al otro no recuerdo por qué lo hice, que debo ser fiel a mi naturaleza, a mi hábitat, a las cosas que persigo y amo. Que no todo lo que brilla es oro, a veces es caca teñida de témpera flaite dorada, que mi ego no me puede comer ni el éxito corromper, que la calma debe volver, que los dolores amainaran, que el oxígeno es bueno dependiendo de donde proviene, que el amor es un complemento. Suelo pensar tantas cosas que luego ni importan y las que dejo de pensar son las realmente relevantes, que mis estupideces son enmendables en la medida de que me castigue yo misma, que aprenda a mejorar, a perfeccionarme, a ser feliz y buscar lo que está cerca, a atesorarlo y guardarmelo, a sentir. Juro solemnemente que mis intenciones SI son buenas (y que Pichilemu fue la mejor medicina).

Don't fear

Tengo tanto, tanto, tantas cosas y tanto miedo. Tengo tanto tanto, mil cosas, tanto bueno y tanto miedo. Tengo tantas cosas buenas que se de donde provienen, tengo tanto miedo que no se de donde emana. Tengo mucho, tanto por lo que ser feliz y hace un par de años lo soy, abrazo cada cosa que tengo, en silencio y lo disfruto de a poquito, como ese chocolate grande que te compras y sacas a cuadraditos que chupeteas por varios minutos para que sea eterno, infinito, perpetuo entre tu lengua y tu paladar. Tengo ganas, muchas ganas de hacerlo todo. Tengo agradecimiento infinito a que la bestia despertó y quiere comerse el mundo, lo quiere todo, cierra con el pie la caja de los demonios internos para lograr lo imposible, eso soñado, esas fantasías que me invente ayer y que tienen más sentido que mis pensamientos que datan de décadas atrás. Mis entrañas dicen más de lo que mi cerebro pudiera expresar y de lo que mi corazón pudiera latir. Respiro hondo y tomo todo el aire que mis pulmones pueden acaparar para lograrlo todo y tener oxígeno guardado en caso de que algo salga mal, pero que ahora dudo que suceda. Las estrellas no brillan en lugares singulares. 

June- Pete Yorn

Al final de la noche todo es más claro que antes. Caminé bajo el frío con mi abrigo que homenajea a Cerati, con la capucha sobre mi cabeza, chasconeando mi pelo, con tres latas de cerveza en el cuerpo a eso de las 03.30 de la madrugada. Viene el pasado y viene el futuro. Una sonrisa torcida me grita que no fue la celebración de despedida más acorde pero solo me basta con saber lo que mi corazón siente respecto a la amistad tan profunda. Luego una bocanada de aire frío me congeló los pulmones y pude comprender que el pasado está ya muy lejano, allá bien atrás, donde las lágrimas y el dolor de estómago perpetuo me acompañaba, que por más que el fantasma no aparezca, las ánimas que rondan su vida se harán presentes en la mía, y ya no me importa. Somos grandes, yo soy grande, más grande que ellos, más grande que muchos y por fin soy capaz de verlo, de sentirlo en cada nervio de mi cuerpo, de continuar, de vivir como si nunca hubiera sucedido nada, como si siempre hubiera sido hoy, sin esas caras que ya no observo, sin esos labios qu
e ya no beso, sin esos vasos que compartíamos ni esas casas a las que solía ir.
Ojalá siempre hubiera sido éste día, éste lugar, éste aire, ésta vida, donde a veces me pierdo, pero tengo el ancla que es capaz de soportar mis locas ideas, mis desórdenes, mis cambios de ánimo, mi imbécil sentido del humor, mis torcidos sueños, mi madurez a pulso, mi composición familiar, mi realidad laboral, mis expectativas intermitentes, en resumidas cuentas, ser yo. Ojalá siempre hubiera sido éste día, ojalá siempre sea hoy.

I walk the line

Pasé por tantos estados pero extrañamente el primer día sólo sentía curiosidad y ansias. Hablé. Pasaron los días y me sentía entretenida, ingenuamente todo era nuevo, la inocencia se olía. Transcurría el tiempo y sentía una emoción extraña, no me refiero a que la emoción era extraña, sino que estaba emocionada de una manera poco convencional, la semántica puede ser tramposa. Me acerqué a ese fuego, a esas llamas aún celestes que flameaban, que danzaban en la fantasía de convertirse en algo más, en que mi mente fuera capaz de hacer un fanfiction, de ir a mi cama y decidir soñar con que vivía una realidad paralela donde me despojaba, donde había sido capaz de elegir de una manera diferente, de decidir lo que con todo mi corazón intruso y explorador en ese momento deseaba. Leí un par de palabras y me derreti, todo explotó dentro de un perímetro esperable, bajo control. Un par de lagunas mentales me tenían en constante vaiven, las dudas eran paulatinamente enormes pero sentía que tenía los guantes puestos y mi extintor en caso de incendio. Días después tuve un ataque de risa en un trayecto muy cotidiano mientras cruzaba la ciudad y al llegar a mi destino, comprendí que nisiquiera había comenzado el trayecto, que me ardía el pecho, mis piernas temblaban, mi voz se quebraba y mi mirada debía buscar direcciones nulas. Y un espiral en descenso ni empezaba pero era capaz de precentirlo. El único antídoto era moverme, estar, comprar café y no beberlo, comprar maní y no comerlo, guardar turrones en una caja, perder clases, imaginar, pensar, pensar, pensar, buscar una salida sin encontrarla. Meses tortuosos avanzaron, hasta que saque la daga, la blandi sobre la carne tersa y la sangre se derramó a borbotones. Ahí, con el cadáver aún tibio, sentí una de las penas más intensas que he experimentado por mi propia culpa y parte de mi alma aliviada abandonó mi cuerpo, para llegar a la estación principal del inicio de una nueva historia que me ha llenado de satisfacción, ilusión, tranquilidad, locura y algo tan incomprensible que aún no soy capaz de descifrar. La primavera de las cosas, el rayo láser que me atraviesa, la estrella fugaz que me encandila, el amor que me golpea, la risa que me enloqueció hasta perder la cabeza y el transitar de la mano con la culpa que con el tiempo pudo llegar a puerto, ingresar en una caja y encapsularse para dejarme ser yo.

miércoles, 29 de julio de 2015

Loud Places

No quedan más escapadas de vacaciones ni de fin de semana. Odio luchar contra lo que’ debería pensar’, con los afectos que debería abandonar, con los círculos viciosos que alguna vez me elevaron y hoy la rueda está rozando el asfalto. Busco bulla, harto ruido, ocupación y caos para evadirme, para pretender cambiar y no entregar más de lo que puedo recibir y mucho más de lo que la otra persona está dispuesta a notar que entrego. Me aferro a la estúpida idea de que el tiempo enmendará, pero las marcas siempre quedan, el recuerdo, ese olor que transporta inmediatamente a esa sensación desesperanzadora de desapego y de falta de incondicionalidad.

sábado, 1 de febrero de 2014

Please me


Eres la versión de la nueva versión de ti mismo. La que hiciste a golpes y porrazos, entre alegría, alcohol, fiestas, estudio, amigos, lágrimas, sueños y decepciones. Sé que tengo todo, inclusive lo que no quiero ni necesito, mis bolsillos están llenos, las cosas se restablecen paulatinamente, la felicidad no es euforia, pero es un estado estable.
Debería arriesgarme más a veces, así como lo hice mil veces inconscientemente cuando obtuve algún triunfo, conocí a algún nuevo amigo, llegué más lejos en bicicleta en menor tiempo o cuando abrí la puerta para enamorarme. Descubrí que soy competitiva, más fuerte de lo que pensé, que suelo usar la fachada de debilidad solamente para sentirme protegida o justificarme, obstinada, tan poco constante para algunas cosas que llego a ser rígida y cíclica en los retornos a la constancia, temerosa, ansiosa, extrema. Cuando me bajo de la bicicleta y pienso en lo rápido que anduve, la cantidad de peldaños de los que me tiré y lo fuerte que llevaba la música me doy cuenta que llego a ser negligente. Pero es mi espacio, es mi metro cuadrado, es lo que soy. La bicicleta es la extensión de mis piernas, de caminar, de correr, de trotar, de volar, de reptar. 
Soy autorreferente y eso no me gusta en otras personas. Soy sociable cuando se me antoja y solitaria cuando quiero. Es momento de dejar la confort zone por cosas mejores, por el futuro, amar sin remedio una y otra vez, por más que mi corazón se rompa mil veces, creer en las personas independiente de sus errores, dejar de tener un lugar favorito y como hobbie dormir.

miércoles, 19 de junio de 2013

Cold as the deepest ocean

Las cosas fáciles no son lo mío, desde chica nunca lo fueron. O puede que yo las hiciera difíciles. Solían traumarme los domingos a tal punto de llorar de desesperación apenas terminaba de ver "Cachureos". Las campañas para reunir latas de bebida me atormentaban porque mostraban fotos de niños demacrados por el cáncer y yo, muy empática, los sentía casi mis familiares y sufría por eso. Puede que esas dos cosas sean los únicos secretos más revelables de mi infancia, los demás, escabrosos y alegres, los guardaré para mí. No sé si la dificultad me ayude a respirar o a funcionar, si el peso sobre mis hombros me haga continuar, me incite a no flaquear, me provoque no bajar los brazos. A veces pienso que sin obstáculos físicos, situacionales ni psicológicos no podría existir, no haría nada, solamente me limitaría a ver ochenta mil capítulos de muchas series por más aburridas que sean. Duermo poco y despierto cansada, duermo harto y despierto cansada. Dicen que cuando se utiliza un medicamento para determinada dolencia y no surte efecto, puede que las pastillas sean las equivocadas o el diagnóstico erróneo. Peor es cuando son ambas cosas simultáneamente. Quizás no necesite dormir más de la cuenta ni esté cansada realmente.

(http://www.youtube.com/watch?v=7LlfiBL0ED4 Milk-Garbage)

sábado, 1 de junio de 2013

Thanks for the time

Me fui a la cresta y volví, de un chispazo, así, en un chasquido lingual. Puede que el viaje de ida fuera tan solo de milisegundos, pero el regreso me tomó meses. La ida fue a la velocidad de la luz, pero volver se produjo a pasos de tortuga. Puede que de eso se trate amar, dejar de amar, querer, dejar de querer, considerar, dejar de considerar, odiar, dejar de odiar. Decepcionarse. La vida pone caminos sin terminar frente a un par de zapatillas gastadas y ahí ves las suelas que se marchan, las de amigos, amores, familiares, conocidos que pensaste que podrían llegar a ser algo más significativo en tu vida y simplemente se quedaron en un triste bosquejo de lo que pudo ser y nunca fue. La Tierra tarda 24 horas en girar, con luces y sombras, y 365 días en rodear al sol. Entonces ¿Cómo podríamos ser capaces nosotros, seres ínfimos, de quedarnos estáticos? Los cambios ocurren, ahora, en un segundo, cuando sale una carcajada enérgica, en una lágrima trágica, al formar una palabra, al dejarte caer sobre tu cama, en un recuerdo. En tantas y pocas cosas en realidad. Ojalá que ya haya culminado, que en serio me haya ido a la cresta y haya vuelto, porque el camino fue horroroso, dolente, ansioso, desesperante, oscuro, "hipóxico", horrible. Espero ya estar de regreso, por favor. 

http://www.youtube.com/watch?v=cfF-qQT__s4

lunes, 20 de mayo de 2013

End of night

La perpetua sensación de no encajar, de estar perdido, como el hombre que busca besos en un prostíbulo o comida saludable en McDonalds. He caminado en direcciones divergentes sin tener plena conciencia de hacia donde me dirijo. Y el temor avanza, más rápido que mis pasos. Nunca se marcha, siempre se queda, me acompaña, lo respiro, lo odio. Dicen que todos los caminos llevan a Roma, pero ¿Qué hacemos quienes no sabemos si realmente requerimos llegar a esa ciudad? ¿Y si mi destino final sea otro continente, país, comuna, provincia, calle o simplemente trozo de tierra baldía? He intentado componerme, los pedacitos de mí, esos trozos pequeños que no soy capaz de visualizar, el par que perdí, los pocos que regalé, los que nunca compré, los que yo misma elegí botar, los que metí en mi bolsillo y dieron a parar a la lavadora. Pude aprender que no soporto dejar ni que me dejen, abandonar ni ser abandonada. ¿Qué sentido tiene eso? ¿Nunca entablar alguna relación por existir la remota posibilidad de que alguien deba marcharse? Puede que esté condenada a los errores, a dejar ir personas importantes, a hacer que permanezcan las que no tienen relevancia, a no poder discriminar o seleccionar mejor. Y la brújula ya no funciona, el reloj tampoco y el calendario ya no tiene hojas. Sentí todo, en la profundidad del abismo, pude llorar, sufrir, experimentar el dolor extremo y hoy, no siento nada, no pienso nada, no soy capaz de oler mis miedos, fracasos, éxitos ni expectativas. No espero nada realmente, lo único que quiero de éste año es aprender a ser paciente, a saber esperar, a no desesperar, a asimilar las situaciones/experiencias y no preguntarme nunca más el por qué, cómo, cuándo, de qué manera. Si es que hay una criatura más grande que yo sobre mi cabeza,  necesito que me de las herramientas para dejar estar las cosas, para nunca extrañar, para no recurrir al "overthinking", para en palabras simples, dejar de ser yo, aunque sea para el final de la noche.

lunes, 1 de abril de 2013

La tercera ola



No había notado que llegó el otoño. Es tiempo de jugo de piña, paseos por las solitarias calles pisando hojas secas, usar el centenar de bufandas que guardo en mi closet y respirar ese aire diferente, con ese aroma a frío, que tanto me gusta. 
Tiene gracia mirar en un gran ventanal o vitrina el reflejo de la vereda que se encuentra al frente, pero la imagen es superpuesta. Le da una perspectiva diferente a lo que acostumbrabas a observar, a lo que solías vivir, a lo que te gustaba respirar, a lo que experimentas. Es una foto en tiempo real pero surrealista a la vez. 
El otoño es de las estaciones más solitarias, todos aman el verano porque se tiran sobre la arena a tomar sol o el invierno para mojarse bajo la lluvia o la primavera para cursimente encontrar el amor. A mi me gusta el otoño, me encanta. Si suprimieran esa estación del año, me negaría a respirar, a tomar agua y causaría mi propia muerte de modo pasivo agresivo, silenciosamente.

lunes, 18 de marzo de 2013

Basic Space

Suerte para mí que pocas veces me tocó ir al laboratorio de ciencias en el colegio. Antes de cruzar el umbral de la puerta sentía ese olor a unos ácidos raros y a ese encierro químico que es indescriptible con palabras. Quien haya estado en un laboratorio entre esas mesas largas y sentados en esos pisos altos incómodos, con esos delantales de género duros y blanquísimos va a saber de lo que hablo. Nunca me gustaron las probetas, los tubos de ensayo ni ese líquido rosado traslúcido.
Siempre sentí que las bibliotecas de colegio son el peor lugar, donde se esconden los marginados en los recreos porque no tienen amigos o están tristes y no quieren ver a nadie o su mejor amigo de clases faltó ese día. A veces abría la puerta de la biblioteca y siempre veía a la misma niña viendo el mismo libro de los record guiness. Probablemente intentaba romper su propio record en ver la mayor cantidad de veces el mismo libro. Suena muy a humor negro. La miraba pero en barrido, rápido, porque mirarla fijo me daba una sensación fuerte en el pecho. Nunca he sabido lidiar con la lástima y esos sentimientos donde te pones tan en los zapatos de otros que te duelen sus suelas. Todos estamos solos de vez en cuando y no sé qué tan malo sea eso.
Cuando tenía 15 siempre pensaba que me gustaría ser madrastra de un niño. Estar con un tipo que tuviera un hijo chico y que éste me quisiera a mí por malcriarlo, darle chocolates a deshoras, papas fritas y por dar pelotazos para que atrapara un gol con unos guantes de arquero negros con blanco.
A veces los olores me persiguen y me teletransporto. Por suerte terminó el colegio, pasé esa edad odiosa cometiendo mil errores y nunca enmendándolos. Hoy los miro y soy capaz de descubrir cuales fueron peores pero no puedo volver atrás o deshacerlos. La clave es saber aceptar que ante lo hecho, no hay nada cambiable y que pudo ser peor, que las lágrimas no solucionan nada.
Hoy pienso que existen cosas esenciales: mi familia que más que sean todas las personas que comparten algo de mi sangre o de mi ADN, son los puntuales con los que soy capaz de compartir y si lo veo desde el lado más científico, puede sonar irónico, pero son los que menos moléculas compatibles tienen conmigo, pero formamos un lazo fuerte. Mis amigos son mi familia. He aprendido que pase lo que pase, quienes están, deben continuar y los que quieran marcharse pueden hacerlo pero sin regreso. Si es posible entablar una conversación civilizadamente probablemente todo vuelva a ser como antes.
Durante un año soñé con estudiar otorrinolaringología. Me asustaba pensar que tenía que cursar asignaturas que me darían asco o náuseas. No soy capaz de soñar en miniatura, siempre quise hacer algo grande.
Me molesta notar que impregno aquí palabras tan básicas y que mi escritura delate el alejamiento que he tenido de los libros, que no he leído nada nuevo ni he ampliado mi vocabulario para darle más estética a ésto.
Extrañamente, solo quise escribir todo ésto, para decir que apesar de que "Private Practice" haya terminado, que no le fuera excelente con la crítica ni fuera la gran serie, me quedo con los personajes, con la vida misma, con esa sensación de identificación constante.
Después recordé que en realidad quería decir que Charlotte King es todo lo que quisiera poder ser algún día: un ser que evoluciona mientras pasan los segundos, que es capaz de crecer sin luz ni agua ni oxígeno (y no como la maleza, claramente), sino que mientras la vida pone temores ante sus ojos y pérdidas, nuevos desafíos y confusiones varias, vuelve a su camino convencional y se mantiene firme, siempre estoica, cuidando, presente, inamovible, perpetua. A pesar del mal humor, de su desagradable forma de ser 10 de 24 horas del día, es Charlotte King, hija de Big Daddy, esposa de Cooper y jefa del St. Ambrose.

sábado, 16 de marzo de 2013

There's nothing wrong with who you are.

Un poco de cansancio no le hace mal al cuerpo, al contrario de lo que todos piensan. Está tan mal calificada esa palabra. Hay derecho a no poder más, a querer dormir, a no querer escuchar ninguna voz más. Mi manera de cansancio es seguir, que la corriente me lleve a donde sea y cuando sea, que las masas me indiquen la dirección, por equivocada que sea, porque sé que cuando el agotamiento pase y las energías regresen a mi cuerpo, podré conocer la salida de ese camino y volver al mío, al de siempre.
Y quieres dormir y en la tele dan películas buenas, quieres silencio y todos te hablan, quieres soledad y todos te buscan. Es como si el cansancio viniera unido a nunca coincidir, a que por más que quieras una cosa, el universo se empeña en darte otra. No hablo en el sentido trágico de lloriquear porque quería algo y no lo tengo y Dios me odia y bubububu lagrimitas y pataleos, sino que en el sentido estricto de la palabra, desde lo más práctico, casi sacado de la mente de un hombre. No es egoísta atesorar el silencio, la oscuridad, la soledad, la introspección, el aislamiento. Son cosas necesarias para la vida, tal como respirar. Puede que descubro que estoy cansada solamente cuando la inercia me lleva, cuando está mi cuerpo pero mi mente no. Insisto, no es algo malo, son momentos que pasarán cuando llega por fin el descanso, el despojarse de las cosas malas, de las ideas negativas y de las personas nocivas y ahí, tal como un formateo, todo vuelve a ser boni (sí, dije "boni").

miércoles, 13 de marzo de 2013

Has it always been this way?

Me da pánico pensar en la muerte, en que todo acabe, en que puede que ya no esté más aquí. Y un punzante dolor de pecho me hace pensar en eso. No querer las respuestas o conocer si está todo bien fisiológicamente no ayuda tampoco. Ya no soy capaz de pensar en nada, porque no me interesa y porque me aburrí. Ya no quiero sonidos ni quiero murmullos ni reproches ni pucheros ni miraditas desagradables. Suficiente hay con lo que la vida te pone día a día frente a los ojos como para agregar más situaciones desastrosas. Es raro sentir que solamente el centro de mi vida es uno, que siempre primarán las personas que siempre han estado incondicionalmente y mi carrera. No sé si sufro alguna deficiencia visual, pero no soy capaz de ampliar mayormente el campo. No me culpo, no es mi culpa. El ferviente temor a ser decepcionado, esa voz que resuena en la mente que vaticina el abandono, esa sensación de paranoia donde cualquiera puede traicionar. Mi mamá siempre decía que mi hermano cuando chico lloraba porque le dolían los huesos porque estaba creciendo. Puede que mis huesos no sean capaces de alargarse por más que lo deseara, pero experimento otro tipo de crecimiento y claramente, no puede ser gratuito, todo tiene un costo y puede que ese sea el que debo pagar. Claramente no todo es tan malo en la vida, de hecho en la mía para nada, pero esta noche es distinta, no entiendo por qué, pero tiene un olor distinto y cada vez que ese aire ingresa por mi nariz, me hace escupir cada una de éstas palabras que probablemente mañana no me representen en lo absoluto.

sábado, 9 de marzo de 2013

Celestica

La magia de las historias es que se pueden armar y desarmar sin pensarlo ni premeditarlo. El amor incondicional existe pero en dosis escasas en determinados seres vivientes. La eternidad es un elixir del cual solo pueden gozar los dioses, seres superiores, que indagaron en su mente y son capaces de responder a cada pregunta que se posa por sus mentes. Andar en bicicleta es mágico: a poca velocidad evitando riesgos no es capaz de mantener el equilibrio y el riesgo de caer aumenta. A mayor velocidad la estabilidad aumenta pero el viento golpea cada vez más fuerte. A veces he soñado despierta con saltar muchos peldaños, pero mi bicicleta es más que dos ruedas, es parte de mi alma. Se pierde y se gana. Si uno se detuviera cada vez que ha perdido a algo o a alguien, sinceramente al mirar hacia atrás se daría cuenta que no hay nada a sus espaldas más que vacío. Duele, molesta, pero se debe seguir caminando, sea descalza, con buenos zapatos, sobre el fuego, entre vidrios o correr. En mi caso, pedalear funciona. Acostumbrar a llevar el martillo en la cartera para de cuando en vez sacarlo y golpearte la cabeza no es una buena táctica, pero son malos hábitos mantenidos en el tiempo que no son capaces de detenerse y son más frecuentes que los disparos de armas en medio oriente. El juicio desde los demás no es más grande que el que uno mismo hace a sus propios actos y decisiones. La mente no es capaz de parar y avanza, es capaz de elevarte y luego botarte al suelo sin piedad y con rudeza. Felicidad es una palabra para pocos conocida, todos la escuchan pero nadie la experimenta en realidad. Los rencores se van, abandonan el corazón por el cansancio constante del latir efervescente, el gorgoteo de una herida abierta en descomposición, la respiración entrecortada por el ataque de pánico a lo desconocido, esa melodía extraña que no es más que ruidos sincronizados. Nadie enseña a dañar. Algunos -lamentablemente- lo hacemos mejor que otros.

jueves, 10 de enero de 2013

King, Charlotte.

El balance del 2012 me lo salté sin razón aparente. Me dio lata hacer uno, no tengo una obligación moral de escribir lo que me pasó y me dejó de pasar en 365 días. El enojo es un mecanismo de defensa a la larga, más que una reacción a un hecho determinado, a algo que te haga explotar. Bajar las defensas para dejar entrar microorganismos en tu cuerpo no siempre es tan bueno. Puede que exista la fe de que algo bueno pasará, esa esperanza remota. Dar aires nuevos a la existencia. Y da rabia tener las barreras siempre apartándote del universo, construir un muro más grueso y largo que el de Berlín para evitar sufrir, para no sentir que te dañan, no dejar entrar personas que son potenciales amigos, mejores amigos, amores, relaciones duraderas. En un punto embarga un sentimiento de soledad, de incomprensión, odiarte por hacerte a tí mismo eso, por meterte en una burbuja blindada y evitar toda interacción que pueda desembocar en contar tus secretos, en mostrar vulnerabilidad. Uno se propone como meta dejar de ser así, intentar ser un poco más "normal" y poder confiar, creer en las personas, en que mereces una oportunidad social. Por fin pasa y es genial. Eres capaz de abrir una pequeña puerta (o una rendija en realidad). En momentos deseas no necesitar a nadie y te apartas, vuelves a tu refugio de siempre y pierdes contacto con la humanidad. Es ser un Jack de "Lost", desear subirte a cada avión con la esperanza de que se caiga en la isla, de la cual ya saliste, pero deseas volver, porque extrañas tu soledad, tus cosas, tu silencio, el olor de tu habitación, los resortes de tu colchón usadísimo. Subes a cada avión, con cada destino, con el desesperado deseo de volver a ese sitio autista. Y no pasa, y un día - el menos pensado - estás rodeado de palmeras, arena y solo el sonido del viento. Se siente bien volver al inicio, a esa soledad extrema. Vuelve la capacidad de reorganizar los pensamientos, de sentirte capaz de resolver tus propios problemas. Saber que eres tu propio hogar y necesitarte a ti mismo. A la mañana siguiente despiertas buscando un bote, una hoja flotante o algo por el estilo que te permita cruzar el mar y volver a la ciudad, donde hay ruido, risas, personas caminando, palabras que puedan llegar a alguna fibra de ti. Luchas por construir lo necesario para volver a la vida real, pasan días de desahucio, donde ya nada es capaz de tener luz. Por fin, un golpe de suerte te lleva de regreso a la vida tal cual la conocías. Y al regresar, la humanidad se perdió, se cayó a un agujero, sin ti. Y no hay nadie para ti, cuando estabas listo para necesitar a alguien, para pedir "ayuda", para recibir apoyo. Cuando a combos botas el muro, detrás de él, ya no hay nadie disponible. El silencio es ensordecedor. Te sientas en el suelo, con la cabeza entre las rodillas, tapas tu cara y te obligas a no llorar. Invocas a Houdini y paf! ya no estás.

jueves, 29 de noviembre de 2012

Puede que no deba sonreír (o sí)

Probablemente dejé escapar la magia entre mis dedos, literalmente. Desde el momento en que comencé a gestar textos desde mi android -tal como hoy- que mi vida cambió. Las teclas de un computador tienen un mistisismo embriagante, esa melodía monótona pero a la vez dispar de cada "letra oprimida". No solamente es referirse a apretar un botón. Una "letra oprimida" es una composición silenciosa que se refugia en la mente, es hilar vocales y consonantes gráficamente para decir lo que el corazón pretende callar, son las ideas censuradas, las que no se pueden enunciar en voz alta porque la mandíbula no se separa del maxilar por terror a que los oídos sangren. Todo es muy terrible. Todo es muy simple. Todo y nada son relativos. Por más que la sinfonía de un teclado de notebook sea insignificante para el.universo, a mi me importa, el efecto doppler de cada letra te hace saber en qué zona del escritorio se posan los dedos tan armónicamente. Todo es física, ondas, transformación y conducción. No era capaz de escribir algo coherente. En realidad no lo había intentado. Entre el insomnio y el silencio de mi vida -mi habitación que emula el diminuto espacio que los Dursley le dieron a Potter bajo la escalera en Privet Drive- me encontré con el siempre visionario-indie-crecido-inspirador-minísimo Pablo Cerda hablando de su película "Educación física". Me conmovió su tranquilidad a tal punto que fui capaz de llorar en silencio un minuto exacto con la calma más grande que he experimentado en toda mi vida: recuperé algo que creía inexistente, mientras me perdía y anulaba las cosas que me permiten respirar, las historias creadas y contadas de la manera más apta para que los personajes tengan un alma consistente pero transparente a la vez, sueños frustrados y frustraciones soñadas. Personajes que dejan de serlo para transformarse en una extensión de una etapa de tu propia vida, para formar parte de un alter ego. La inspiración más preciada llega a partir de la inspiración de alguien apasionadamente inspirado. Algún día crearé un personaje trascendental -y digno de trascender, obvio- lo juro.


(Título "Juego en tus manos" Casino)


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lunes, 19 de noviembre de 2012

Blue Moon

Demasiados estímulos y ruidos. Y es como si el manjar no fuera capaz de animarme o adormecer mi lengua. Son los coletazos de octubre y su caos usual. Hay que buscar ayudas adicionales fuera del corazón y de la mente. No basta con respirar hondo y eliminar todo tiempo de comunicación con la especie humana. Quisiera un manual para saber a qué debo reaccionar y de que manera. En ocasiones me pierdo y las migas de pan que arrojé al camino para encontrar el camino a casa se volaron con el viento, mis huellas se borraron y por más que mi nariz toque el asfalto no soy habilidosa como para oler mi rastro. Los puntos de referencia de ahogaron y las señales fueron robadas.


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domingo, 11 de noviembre de 2012

Podría acompañarte al infierno o a cualquier parte

Se habla de la vida, pero nadie te enseña a vivir en realidad. Nadie es capaz de definir de qué se trata esa palabra tan "común", repetida por todos, desde el más clever hasta al más ignorante. Vivir es como caminar: hay caminos pedregosos y otros fáciles de seguir. Nadie es capaz de decirte cómo superar tristezas, cómo atesorar las alegrías. Nadie es capaz de explicar cómo debes adaptarte ni darte las herramientas para hacerlo. Nunca me dijeron que dejaría de tener cinco años y añoraría la navidad solo hasta ese momento, nadie me contó que tendría que dejar mis barbies de lado para crecer, ni que los amigos se van y llegan otros, que dejaría de vivir en Santiago, que el colegio se acabaría en algún momento, que si comía mucho sushi podría llegar a aburrirme, que cuando creí sentir algo fuerte por alguien era solo idealización de cabra chica, que mi polerón favorito de mickey mouse no podría usarlo de grande, que los sueños en teoría suenan bien pero en la práctica son disonantes, que estudiaría una de las últimas carreras universitarias que hubiera imaginado, que perdería a mi tata, que nunca tendría la habilidad real de ser más optimista y luminosa. Nunca nadie se dignó a explicarme que las lágrimas no solucionan nada pero que alivian (en parte) el dolor del corazón. Lo que más me molesta es que SÍ me dijeron que la vida es lo que TÚ la haces y no fui capaz de escuchar o entender. Todos los días hay pérdidas, dolores, miedos. Esos son días sombríos, de siluetas ocultas, infernales. Pero si hay suerte, habrá un par de días de mucho sol, de una luz inmensa, donde no solo el cielo brilla, sino que los ojos que has elegido mirar y la sonrisa que te ha de acompañar. Sí, perdí a mis hijos perrunos, mis sueños de infancia familiares, la estabilidad emocional, la paz mental, un par de dvds que nunca me devolvieron y buenos amigos. Drenarme en llanto fue lo que hice, sufrir a rabiar fue lo que sentí, en el fondo del fondo del fondo del fondo más profundo estuve. Nunca aprendí, no aprendo y no aprenderé a lidiar con perder, con ceder, con agachar la mirada y resignarme. Pero una mañana, un bombeo de sangre me golpeó el pecho, se impulsó a mi cerebro y me hizo pensar que si no soy capaz de INTENTAR mejorar mis habilidades de super(sobre)vivencia, moriré del caos mental que suelo crear en mi cabeza. Y lo que SÍ me enseñaron, es que a veces, por más desfavorable que sea todo, vale la pena morir en el intento y puede que la balanza no se incline tan groseramente hacia el lado oscuro y que tenga un par (o varias) cosas rescatables.


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viernes, 9 de noviembre de 2012

No me importa donde estoy

En ocasiones no basta con mirarse a un espejo para notar que no eres quien creías (o esperabas o querías) ser. La vida constantemente varía sus cartas y te pone en jaque, agrega elementos, quita otros. Hay situaciones incomprensibles, sentimientos indescriptibles y emociones intangibles. Podría quemar mi identidad, eliminar mi "yo", botar mi vida, suplantar mis sueños, crear nuevas ilusiones, respirar un aire contaminado pero enriquecedor a la vez. Es cerrar los ojos cinco veces por segundo, apretar los párpados muy fuerte y saber, que el viento tiene una dirección, pero que vas a otra y no importa, y da igual, y sigues, y es incorrecto para el universo pero lo más correcto y perfecto que hayas podido experimentar en toda tu existencia. Es no entender pero sentir la calma de la ignorancia, sentir sin presiones. Vivir en realidad. Estremecerte.

jueves, 18 de octubre de 2012

Perdidos (y muy perdidos) en Tokio

Nunca he creído que las cosas son azarosas, siempre todo tiene un motivo de ser, una razón profunda de pasar. Un día de insomnio el tv cable puso ante mí "Lost in translation", por más que nunca antes quisiera verla. Estúpidamente creí que era del tipo de película como "Y donde está el policía?", esas comedias absurdas donde nadie se ríe. Ayer me enteré que los japoneses no hicieron fácil la filmación, que se oponen a grabar los exteriores y que la escena final de "Perdidos en Tokio" (la de las mil teorías donde todos suponen lo que Bob y Charlotte se susurran) se grabó desde el interior de una confitería con un zoom maravilloso que no se percibe. Ser insomne es un estilo de vida, para mí no es patológico cuando invierto bien mi noche en vela. Extrañamente, es una película ostentosa, con mucho exterior, con una cultura tan desconocida para nosotros los tercermundistas, que seríamos igual de solitarios que ambos personajes, sin poder comunicarnos efectivamente con nadie. Es como ser sordo y autista a la vez. Donde tu identidad se esfuma y es solo tuya, invisible a los ojos rasgados de los japoneses. Por más Japón que exista fuera de sus esencias, Charlotte se refleja en la ventana, en una de las primeras escenas, cuando mira desde arriba la ciudad entera. Por más grande que sea su interior, no bastó con hacer todas las cosas que determinaron su vida: tener una carrera y casarse. Al mirar dormida a su esposo es como si se perdiera constantemente, por más amor que sienta hacia él, no todo es tan simple como creyó que sería. Al final acaba por descubrir que postponer su vida por los proyectos de su marido no es lo mejor. La vida tiene caminos solitarios a veces. Intenta comunicarse con su universo y sus amistades extrañamente, le dan la espalda cuando más lo necesita. La distancia no es solo física, sino que también es lejanía "relacional". Charlotte recorre Tokio tal como indaga dentro de su mente: descubre pasajes nunca antes vistos, producto de divagar consistentemente. En un bar conoce a alguien con quien nunca hubiera tenido algo en común, que probablemente inmersa en su realidad nunca hubieran cruzado una palabra. Bob viene de un matrimonio monótono y el motivo de su viaje es netamente laboral, hasta que descubre que alejarse de su hogar lo capacita para ver lo agotado que se encuentra de la vida que tiene. Charlotte y Bob se topan en sus soledades, comprenden que son capaces de decifrarse sin conocerse mayormente. Ambos saben qur Tokio no es solo un lugar de calles iluminadas atiborrado de información y publicidad, sino que descubren su oscuridad, su silencio. Tokio es un momento, el que nunca buscaron y apareció fortuitamente, determinando sus existencias, haciéndolos crecer a su manera. Estados Unidos queda atrás, lejos, pero Charlotte encuentra su hogar en Bob y él en Charlotte. Tokio es un sentimiento de pertenencia ambiguo: una relación sin nombre donde apesar de no haber nominado y delimitado las condiciones, ambos sienten que su mundo interno es del otro. El "silencio contemplativo" gesta un amor contemplativo, en una cama vista desde arriba, donde eligen mostrar sus miedos, sus malas decisiones, los lugares sombríos de sus mentes. El tiempo se agota, pero Tokio es un lugar y momento finito: ambos saben que es una pausa dentro de sus vidas. Por más que comprendan que el reloj de arena se consume, no quieren lidiar con una despedida. Huyen mutuamente el uno del otro, hasta que bajarse de un taxi como un fuerte latir del corazon, con un dolor de estómago, con un nudo en la garganta, con los ojos llorosos, por más trágico y evitable que pudiera ser, es el único camino que los lleva a la satisfacción, a dar un cierre digno a Tokio. La Coppola no quiso contar cuál fue la última frase que se susurraron. Algunos dicen que es "te amo" y otros creen que se prometen que volverán a verse. La magia de la película radica en que por muchos habitantes que tenga Japón, solo Charlotte y Bob comparten una conexión, que podría calcularse de 1 en 3839282113891383929 (y puede que no haya contabilizado a algún japonés). Tokio los lleva a la verdad, a sentir, a vivir, a explorar (se), a abrir puertas de sus vidas que estaban ocultas, a crecer, a ser felices. Tokio no es solo una ciudad, es un lugar, un sentimiento, una emoción, una conexión,  una relación, un momento. Para Charlotte y Bob Tokio no queda en Japón, está en cada lugar al que se dirigen y pueden regresar cada vez que lo deseen.


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Perdidos (y muy perdidos) en Tokio

Nunca he creído que las cosas son azarosas, siempre todo tiene un motivo de ser, una razón profunda de pasar. Un día de insomnio el tv cable puso ante mí "Lost in translation", por más que nunca antes quisiera verla. Estúpidamente creí que era del tipo de película como "Y donde está el policía?", esas comedias absurdas donde nadie se ríe. Ayer me enteré que los japoneses no hicieron fácil la filmación, que se oponen a grabar los exteriores y que la escena final de "Perdidos en Tokio" (la de las mil teorías donde todos suponen lo que Bob y Charlotte se susurran) se grabó desde el interior de una confitería con un zoom maravilloso que no se percibe. Ser insomne es un estilo de vida, para mí no es patológico cuando invierto bien mi noche en vela. Extrañamente, es una película ostentosa, con mucho exterior, con una cultura tan desconocida para nosotros los tercermundistas, que seríamos igual de solitarios que ambos personajes, sin poder comunicarnos efectivamente con nadie. Es como ser sordo y autista a la vez. Donde tu identidad se esfuma y es solo tuya, invisible a los ojos rasgados de los japoneses. Por más Japón que exista fuera de sus esencias, Charlotte se refleja en la ventana, en una de las primeras escenas, cuando mira desde arriba la ciudad entera. Por más grande que sea su interior, no bastó con hacer todas las cosas que determinaron su vida: tener una carrera y casarse. Al mirar dormida a su esposo es como si se perdiera constantemente, por más amor que sienta hacia él, no todo es tan simple como creyó que sería. Al final acaba por descubrir que postponer su vida por los proyectos de su marido no es lo mejor. La vida tiene caminos solitarios a veces. Intenta comunicarse con su universo y sus amistades extrañamente, le dan la espalda cuando más lo necesita. La distancia no es solo física, sino que también es lejanía "relacional". Charlotte recorre Tokio tal como indaga dentro de su mente: descubre pasajes nunca antes vistos, producto de divagar consistentemente. En un bar conoce a alguien con quien nunca hubiera tenido algo en común, que probablemente inmersa en su realidad nunca hubieran cruzado una palabra. Bob viene de un matrimonio monótono y el motivo de su viaje es netamente laboral, hasta que descubre que alejarse de su hogar lo capacita para ver lo agotado que se encuentra de la vida que tiene. Charlotte y Bob se topan en sus soledades, comprenden que son capaces de decifrarse sin conocerse mayormente. Ambos saben qur Tokio no es solo un lugar de calles iluminadas atiborrado de información y publicidad, sino que descubren su oscuridad, su silencio. Tokio es un momento, el que nunca buscaron y apareció fortuitamente, determinando sus existencias, haciéndolos crecer a su manera. Estados Unidos queda atrás, lejos, pero Charlotte encuentra su hogar en Bob y él en Charlotte. Tokio es un sentimiento de pertenencia ambiguo: una relación sin nombre donde apesar de no haber nominado y delimitado las condiciones, ambos sienten que su mundo interno es del otro. El "silencio contemplativo" gesta un amor contemplativo, en una cama vista desde arriba, donde eligen mostrar sus miedos, sus malas decisiones, los lugares sombríos de sus mentes. El tiempo se agota, pero Tokio es un lugar y momento finito: ambos saben que es una pausa dentro de sus vidas. Por más que comprendan que el reloj de arena se consume, no quieren lidiar con una despedida. Huyen mutuamente el uno del otro, hasta que bajarse de un taxi como un fuerte latir del corazon, con un dolor de estómago, con un nudo en la garganta, con los ojos llorosos, por más trágico y evitable que pudiera ser, es el único camino que los lleva a la satisfacción, a dar un cierre digno a Tokio. La Coppola no quiso contar cuál fue la última frase que se susurraron. Algunos dicen que es "te amo" y otros creen que se prometen que volverán a verse. La magia de la película radica en que por muchos habitantes que tenga Japón, solo Charlotte y Bob comparten una conexión, que podría calcularse de 1 en 3839282113891383929 (y puede que no haya contabilizado a algún japonés). Tokio los lleva a la verdad, a sentir, a vivir, a explorar (se), a abrir puertas de sus vidas que estaban ocultas, a crecer, a ser felices. Tokio no es solo una ciudad, es un lugar, un sentimiento, una emoción, una conexión,  una relación, un momento.


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sábado, 13 de octubre de 2012

Mi vida bajo el agua

El amor es un accidente que espera suceder. Leí eso y me hizo sentido. La vida tiene caminos pedregosos y cumbres borrascosas (como el libro), donde abunda la magia más increíble que la imaginada por J.K. Rowling, donde los eventos aleatorios le dan matices diferentes a la existencia, a veces sombríos y otras luminosos. En ocasiones quisiera tener un maestro como Bill y ser su Bride, tener esa fuerza descomunal que Tarantino fue capaz de plasmar en su película. Amaría ser una mamba negra o cotton mouth, con esa determinación y claridad mental. Conforme pasan los días descubrí que tengo la conciencia que le falta a Emily Thorne, que soy capaz de pensar en las consecuencias de mis actos. Por eso evito errores, sobretodo si involucran a mi entorno. Respiro en slow motion últimamente, camino a pausa y duermo a saltos. En ocasiones imagino que soy un personaje de la Coppola, en Tokio, MUY perdida, vagando por la ciudad, escuchando palabras que no puedo decifrar, mientras mi cabeza habla demasiados idiomas, inclusive parsel. Deseo entrenar mi paciencia como Little Grey, agudizar mis sentidos como Samantha Jones, explorar a fondo mis emociones como Dawson Leery pero tener mi vida bajo control como Monica Geller. Podria solicitar mil cosas y recibir diez mil o solo dos. Es relativo. Mi humanidad me grita que la vida no tiene una logica ni un sentido, desde despertar hasta dormir, dar vueltas en la cama y terminar en el parquet helado con la espalda en completa anestesia. La naturaleza de la evolución (recordando que fuimos el alimento idoneo de semana santa, que antes de ser bipedos, fuimos capaces de nadar y vivir bajo el agua) indica que nacimos para la adversidad: utilizamos uno de los gases más letales para la vida terrestre. Usamos para respirar el oxígeno, incompatible con muchos seres vivientes, pero como la magia del hombre es desafiar al tiempo y al destino, no somos capaces de utilizar otro elemento para subsistir.


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domingo, 7 de octubre de 2012

Viento Otoñal

Hoy entiendo el por qué de las cosas. De muchas que nunca creí que podría resolver. Hace muchos años deseé pololear con alguien y nunca pasó. Hoy soy capaz de darme cuenta de lo que se siente, de ponerme en sus zapatos. Es un poco aterrador, pero tolerable. Los domingos no se caracterizan por ser lindos, pero sí por dejar ese sabor agridulce, de algo muy bueno para ser cierto y algo muy potente a la vez. Los domingos me resigno a atesorar las sensaciones que innatamente son más fuertes que otras, en palabras que se cruzan, en saludos y despedidas, en olores que te persiguen todo el día, en vueltas en auto bajo la lluvia torrencial, en un acercamiento y reencuentro con Holden, en demasiados pensamientos que no soy capaz de ordenar, sin discriminar lo que es ruido y lo que es información, sin capacidad de filtrar porque el corazón golpea contra la clavícula fuerte, con rabia, desafiando lo correcto, la voz que suena en mi mente sobretodo antes de ir a dormir. Probablemente ninguna de mis ideas tenga sentido. Hay momentos absolutos de verdades, pero nunca verdades absolutas porque es relativo a la arista desde la cual los ojos ven, crucense o no, un día o algún día. El tiempo es absoluto, lo abarca todo, elimina los sonidos externos, las personas que rondan, el paisaje de cemento que se mueve. La verdad no es absoluta porque los sentimientos no lo son, son grandes pero siempre divergentes.


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miércoles, 3 de octubre de 2012

Sus botas no están más en mi puerta

Regresar a casa es un acto simple para quienes saben donde es. Extraño es cuando se creía en cierto hogar que de un minuto a otro dejó de serlo. Siento buscar ese sendero en retroceso, de espaldas, de la forma más perdida en la que pude intentar localizar el paradero de algún sitio.


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jueves, 27 de septiembre de 2012

Que nada nos nuble al despertar

Los golpes recibidos no siempre tienen un victimario y una víctima. En ocasiones el victimario aprieta el puño y lo estampa en la cara de la víctima, quien a su vez es también victimario de su propia desgracia, por anteponer su rostro ante un conjunto de huesos y nudillos afilados cubiertos con piel que harán emanar sangre en cuestión de segundos.


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lunes, 24 de septiembre de 2012

Golpes que se retienen

Caminó sin detenerse imaginando que trepaba las paredes, luego de leer infinitas veces "La metamorfosis" de Kafka y mimetizarse con la apariencia de un insecto. A fin de cuentas, paulatinamente las circunstancias lo habían llevado a convertirse en uno y sentirse como tal. Avanzó por el costado del ducto de la chimenea, el calor fundía sus venenosas y pequeñas garras. Apreció el fuego y supo que era su sitio. Con una cuchara, cavó un agujero en su pecho, hizo un movimiento de palanca y su corazón ensangrentado ardió en las llamaradas. Entre el humo emanaban sueños que nunca realizó, decepciones y dolores variados. Las mejores sensaciones las atesoró en su mente, sabiendo que durante su último aliento podría experimentarlas para recordar que vivir y morir nunca fue en vano.



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sábado, 22 de septiembre de 2012

Como un extraño

Si me preguntaran por qué amo tanto las bicicletas, no podría precisar la respuesta. Tuve una verde hasta los 18 que entre un caos de cambio de casa fue olvidada. Hace un año tengo una azul y se llama Chris Powell. Es grande, pero ni tanto, es como si la hubieran hecho a mi medida, los pedales están a una distancia adecuada de mis piernas, mis manos nunca se dañan con el manubrio y mi cuerpo nunca se cansa de andar. Probablemente me apegue tanto a Chris por la sensación de magnificencia. En un segundo caminar al lado de la bicicleta y ser del mismo tamaño que cualquier persona, pero luego subirse y ser mucho más alto, más grande, más poderoso. Y el viento en el pelo/cara/ropa le da un misticismo especial, la música un sentimiento, la velocidad un toque de aventura y la destreza de esquivar autos/personas/pavimentos estropeados una sensación de inmortalidad de que podría ser capaz de realizar lo que sea. Si sé que suena a hipérbole, a sobrevalorado, pero he tenido los mejores viajes y desplazamientos en mi bicicleta, he pedaleado desde mi casa a Valparaíso, para estacionarme en la Piedra Feliz y meterme a una pequeña desembocadura con ropa y todo, para secarme en el camino con el sol, el calor y el viento de la velocidad, he contado las historias más chistosas y las más profundas de mi vida, he podido mirar a muchas personas, muchos lugares. He sido capaz de conectar con otros y conmigo misma. Sé que tiene dos ruedas, frenos y cambios, pero lo que he logrado experimentar y sentir sobre esa bicicleta, MI bicicleta, es algo que no he podido repetir -aunque suene a enamoramiento- ni emular. Puede que no sea mi persona favorita porque no respira, pero es mi sitio/posesión más querida.


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lunes, 17 de septiembre de 2012

Fotografías

Un anciano toma entre sus brazos a Simón y dice: "no hay nada más tierno que los perritos". Una mujer lee un libro sentada en el borde que separa la arena del paseo peatonal. Un niño con una de las caras más dulces que he visto en mi vida usa un casco rojo de calavera. Un organillero (de esos que tanta tristeza me provocan) con un loro y muchas pelotas de colores. Un hombre andando en bicicleta con su perro trotando al lado. Multitud. Una puesta de sol. Un joven construyendo figuras de dinosaurios en base a arena, agua y una pala. Tres adolescentes abrazadas caminando. Una mujer en bicicleta con su hija en un asiento trasero, ambas con casco rosado. Una abuela en un especie de silla de ruedas motorizada y su nieto sentado en sus piernas. Mesas con tableros de damas pintados. Mi papá caminando y observando todo con una expresión facial que no podría decifrar. Madres adineradas y bien vestidas avanzando lentamente tras sus hijos que corren frente a ellas. Mi mente ideando este texto. Mi voz interna pronunciando algunas de éstas palabras. Me imagino a mi misma sentada en mi escritorio describiendo éstas situaciones. Yo pensando "ojalá no olvide ningún detalle cuando quiera publicar ésto". Ésas son las imágenes que fui capaz de "fotografiar" con mi cámara ficticia imaginaria captadas al zoom que mis ojos permiten sin mucha agudeza visual. La magia de las cosas pequeñas que ocurren, la magia suprema de congelar situaciones que transcurren un domingo.

sábado, 15 de septiembre de 2012

Estación de madrugada

La soledad preferentemente es pasajera con sus desmanes, sensaciones, dolores y tranquilidad. Puede que en el silencio y oscuridad de mis sábanas, tal como una pequeña cueva, logre refugiarme de mis miedos y decepciones. Con el tiempo las cosas me dañan más sutilmente pero lo que no aminora con el paso del tiempo es el sentimiento de "outkast" o de "don't-fit-in-it" que me ronda. No encajo totalmente en una serie de situaciones y personalidades ajenas. Por mucho tiempo luché contra eso y hoy solamente debería rendirme, levantar los brazos, caer de bruces sobre el parquet y dejar fluir a borbotones las lágrimas. No siempre el llanto es algo malo como se ve, suelen subestimarlo, pero así como hay llanto de alegría, también lo hay de tristeza. Evolucionar frente a fotografías puede ser caótico.


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martes, 4 de septiembre de 2012

Si aleatoriamente suena "Otra piel" de Cerati, me provoca escribir ésto, lo que mi mente dice cada vez que camino desde que me bajo de la micro después de ir a clases hasta mi casa. Haría un listado interminable de esos placeres gratis y simples que te da una noche oscura donde camina poca gente en la calle. Ver a un abuelo pasear a su perro regalón y ver lo tierno que es, entrecerrar los ojos y ver destellante pero psicodélico el cartel del sushibar que está vacío, oler a la mujer que pasa al lado tuyo que usa el mismo perfume Benetton que usaba tu ex, sentir que tus piernas avanzan rápido sin siquiera sentirlo, descubrir que quienes te rodean son los justos y necesarios, encontrar alegría en las horas de té con tu abuelita, tirarte en la cama y que tu perro enano te deje llena de saliva pero de saliva amorosa, con cariño, sentir que por fin no te equivocas, que creciste (un poco), que los problemas ínfimos no existen y que el lenguaje al final lo es todo, que las palabras tienen una magia intrínseca como el mismo Dumbledore dice, que la vida te brinda segundas oportunidades, los correos electrónicos con fotografías adjuntas que te envía tu papá con pie de página adorable-gracioso, los libros que esperaban en la repisa y que por fin son leídos, esas clases de neurología densas que pueden ser placenteramente nerds, una película de Almodóvar, una foto colorida de nada en particular, el maní confitado de los carritos que invaden todos lados para que gaste mi plata en eso, las risas que aparecen de la nada, el hecho de que aún no se ha acabado el mundo, el cerebro de Shonda Rhimes, el dibujo que hice hoy del sistema nervioso, las blusas cuadrillé, los lentes hipster, Sarah Shahi, los recuerdos buenos, la zanahoria con limón, twitter, las nuevas amistades que no creíste buscar pero que en el fondo de tu corazón esperabas, mi Arizona Robbins de peluche que miro siempre antes de dormir. Las cursis situaciones que acabo de enumerar, eso es placentero.

lunes, 3 de septiembre de 2012

Escuchanos Shonda Rhimes, te rogamos

Si tuviera que escribirle una carta a Shonda Rhimes me sentiría más nerviosa que cuando le pedía Polly Pockets por correspondencia al viejito pascuero. Puede que al cubo. No sé si sea capaz de aguantar casi 30 días (un poco menos, no diré el número exacto para no parecer psicótica) para el inicio de Grey's Anatomy. He dado vuelta Google en busca de spoilers, ha sido horrible. Todos dicen lo mismo. Siempre en mi mente digo: "si yo fuera la Rhimes haría..." y soy capaz de inventar una trama elocuente con alguno de sus personajes. Después reflexiono y digo: "en verdad si fuera Shonda me creería el Dios mismo, creando y matando personajes". El poderío sería encandilante. Anoche leí que puede que NADIE muera, que la salida de Sloan será muy emotiva y que el primer capítulo transcurrirá 2 o 3 meses del accidente tipo Lost que tuvieron. Se dice que puede que alguien no muera pero si pierda una parte de su cuerpo. Es evidente que Sheperd no será, Sloan es improbable y las twisted sisters (Yang - Grey) solo dieron alaridos. Y aquí viene lo trágico...si mis cálculos no fallan, Arizona perdería una pierna. Me deprimió anoche. Me desvelé pensando en eso (suena imbécil, lo sé). La Rhimes dijo que la historia será en 2 ciudades diferentes y sumó que Callie estará muy afectada. Conclusión maldita n°2: Arizona realiza terapia en otro hospital y ya no son tan Calzona como antes.

Se filtraron unas imágenes de Meredith y Christina discutiendo, quienes las vieron asumen que Yang se va del Seattle Grace (ahora súmenle el Mercy West) y Mer se lo reprocha.

Shonda arma y desarma la serie, Lexie voló alto y la MILF (a.k.a. Vieja Rica ni tan vieja pero bien rica) de Teddy se va trasladada por su insoportable viudez (Henry we love you) y los caprichitos considerados de Owen. Se lo perdono porque tiene voz de macho viril y su pelo colorín-rubio no está nada de mal.

¿Y ahora qué? Debería sufrir por la vida real, por cosas cotidianas, por personas reales PERO es más divertido y simple a la vez lloriquear cinco minutos (o un poco más, pero es secreto) que lamentarse meses eternos por gente de carne y hueso, tangible y real, normal y común.

Si todos aman a Oprah, yo puedo amar a la Rhimes, leer su página de fans en facebook y reírme de que, quienes la amamos, le escribimos improperios, solo por manipular las neuronas que disponemos de nuestro tiempo libre en ver su programa. Los insultos a Shonda (que yo misma he dicho gritando a la tele mentalmebte) son muestras de cariño y devoción. Así que Rhimes, tú que estás allá en el norte, si un día viajo a EE.UU. y te abrazo por dirigir "Crossroads" (sí, la película de Britney) y te tiro una botella de coca - cola zero, ve ambas acciones como gesto de mi profunda admiración hacia tu trabajo y una señal del vicio que es Grey's Anatomy.


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