sábado, 8 de agosto de 2015

Las luces del alba (…) no sirven de nada

Debo recordar las epifanías que me visitan, que mis errores son sólo síntomas de situaciones más inmensas que yo, que cambio un día y al otro no recuerdo por qué lo hice, que debo ser fiel a mi naturaleza, a mi hábitat, a las cosas que persigo y amo. Que no todo lo que brilla es oro, a veces es caca teñida de témpera flaite dorada, que mi ego no me puede comer ni el éxito corromper, que la calma debe volver, que los dolores amainaran, que el oxígeno es bueno dependiendo de donde proviene, que el amor es un complemento. Suelo pensar tantas cosas que luego ni importan y las que dejo de pensar son las realmente relevantes, que mis estupideces son enmendables en la medida de que me castigue yo misma, que aprenda a mejorar, a perfeccionarme, a ser feliz y buscar lo que está cerca, a atesorarlo y guardarmelo, a sentir. Juro solemnemente que mis intenciones SI son buenas (y que Pichilemu fue la mejor medicina).

No hay comentarios: