sábado, 9 de marzo de 2013

Celestica

La magia de las historias es que se pueden armar y desarmar sin pensarlo ni premeditarlo. El amor incondicional existe pero en dosis escasas en determinados seres vivientes. La eternidad es un elixir del cual solo pueden gozar los dioses, seres superiores, que indagaron en su mente y son capaces de responder a cada pregunta que se posa por sus mentes. Andar en bicicleta es mágico: a poca velocidad evitando riesgos no es capaz de mantener el equilibrio y el riesgo de caer aumenta. A mayor velocidad la estabilidad aumenta pero el viento golpea cada vez más fuerte. A veces he soñado despierta con saltar muchos peldaños, pero mi bicicleta es más que dos ruedas, es parte de mi alma. Se pierde y se gana. Si uno se detuviera cada vez que ha perdido a algo o a alguien, sinceramente al mirar hacia atrás se daría cuenta que no hay nada a sus espaldas más que vacío. Duele, molesta, pero se debe seguir caminando, sea descalza, con buenos zapatos, sobre el fuego, entre vidrios o correr. En mi caso, pedalear funciona. Acostumbrar a llevar el martillo en la cartera para de cuando en vez sacarlo y golpearte la cabeza no es una buena táctica, pero son malos hábitos mantenidos en el tiempo que no son capaces de detenerse y son más frecuentes que los disparos de armas en medio oriente. El juicio desde los demás no es más grande que el que uno mismo hace a sus propios actos y decisiones. La mente no es capaz de parar y avanza, es capaz de elevarte y luego botarte al suelo sin piedad y con rudeza. Felicidad es una palabra para pocos conocida, todos la escuchan pero nadie la experimenta en realidad. Los rencores se van, abandonan el corazón por el cansancio constante del latir efervescente, el gorgoteo de una herida abierta en descomposición, la respiración entrecortada por el ataque de pánico a lo desconocido, esa melodía extraña que no es más que ruidos sincronizados. Nadie enseña a dañar. Algunos -lamentablemente- lo hacemos mejor que otros.

1 comentario:

Mossjin dijo...

Lamentablemente...