martes, 4 de septiembre de 2012

Si aleatoriamente suena "Otra piel" de Cerati, me provoca escribir ésto, lo que mi mente dice cada vez que camino desde que me bajo de la micro después de ir a clases hasta mi casa. Haría un listado interminable de esos placeres gratis y simples que te da una noche oscura donde camina poca gente en la calle. Ver a un abuelo pasear a su perro regalón y ver lo tierno que es, entrecerrar los ojos y ver destellante pero psicodélico el cartel del sushibar que está vacío, oler a la mujer que pasa al lado tuyo que usa el mismo perfume Benetton que usaba tu ex, sentir que tus piernas avanzan rápido sin siquiera sentirlo, descubrir que quienes te rodean son los justos y necesarios, encontrar alegría en las horas de té con tu abuelita, tirarte en la cama y que tu perro enano te deje llena de saliva pero de saliva amorosa, con cariño, sentir que por fin no te equivocas, que creciste (un poco), que los problemas ínfimos no existen y que el lenguaje al final lo es todo, que las palabras tienen una magia intrínseca como el mismo Dumbledore dice, que la vida te brinda segundas oportunidades, los correos electrónicos con fotografías adjuntas que te envía tu papá con pie de página adorable-gracioso, los libros que esperaban en la repisa y que por fin son leídos, esas clases de neurología densas que pueden ser placenteramente nerds, una película de Almodóvar, una foto colorida de nada en particular, el maní confitado de los carritos que invaden todos lados para que gaste mi plata en eso, las risas que aparecen de la nada, el hecho de que aún no se ha acabado el mundo, el cerebro de Shonda Rhimes, el dibujo que hice hoy del sistema nervioso, las blusas cuadrillé, los lentes hipster, Sarah Shahi, los recuerdos buenos, la zanahoria con limón, twitter, las nuevas amistades que no creíste buscar pero que en el fondo de tu corazón esperabas, mi Arizona Robbins de peluche que miro siempre antes de dormir. Las cursis situaciones que acabo de enumerar, eso es placentero.

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