lunes, 20 de mayo de 2013

End of night

La perpetua sensación de no encajar, de estar perdido, como el hombre que busca besos en un prostíbulo o comida saludable en McDonalds. He caminado en direcciones divergentes sin tener plena conciencia de hacia donde me dirijo. Y el temor avanza, más rápido que mis pasos. Nunca se marcha, siempre se queda, me acompaña, lo respiro, lo odio. Dicen que todos los caminos llevan a Roma, pero ¿Qué hacemos quienes no sabemos si realmente requerimos llegar a esa ciudad? ¿Y si mi destino final sea otro continente, país, comuna, provincia, calle o simplemente trozo de tierra baldía? He intentado componerme, los pedacitos de mí, esos trozos pequeños que no soy capaz de visualizar, el par que perdí, los pocos que regalé, los que nunca compré, los que yo misma elegí botar, los que metí en mi bolsillo y dieron a parar a la lavadora. Pude aprender que no soporto dejar ni que me dejen, abandonar ni ser abandonada. ¿Qué sentido tiene eso? ¿Nunca entablar alguna relación por existir la remota posibilidad de que alguien deba marcharse? Puede que esté condenada a los errores, a dejar ir personas importantes, a hacer que permanezcan las que no tienen relevancia, a no poder discriminar o seleccionar mejor. Y la brújula ya no funciona, el reloj tampoco y el calendario ya no tiene hojas. Sentí todo, en la profundidad del abismo, pude llorar, sufrir, experimentar el dolor extremo y hoy, no siento nada, no pienso nada, no soy capaz de oler mis miedos, fracasos, éxitos ni expectativas. No espero nada realmente, lo único que quiero de éste año es aprender a ser paciente, a saber esperar, a no desesperar, a asimilar las situaciones/experiencias y no preguntarme nunca más el por qué, cómo, cuándo, de qué manera. Si es que hay una criatura más grande que yo sobre mi cabeza,  necesito que me de las herramientas para dejar estar las cosas, para nunca extrañar, para no recurrir al "overthinking", para en palabras simples, dejar de ser yo, aunque sea para el final de la noche.

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