sábado, 8 de agosto de 2015

June- Pete Yorn

Al final de la noche todo es más claro que antes. Caminé bajo el frío con mi abrigo que homenajea a Cerati, con la capucha sobre mi cabeza, chasconeando mi pelo, con tres latas de cerveza en el cuerpo a eso de las 03.30 de la madrugada. Viene el pasado y viene el futuro. Una sonrisa torcida me grita que no fue la celebración de despedida más acorde pero solo me basta con saber lo que mi corazón siente respecto a la amistad tan profunda. Luego una bocanada de aire frío me congeló los pulmones y pude comprender que el pasado está ya muy lejano, allá bien atrás, donde las lágrimas y el dolor de estómago perpetuo me acompañaba, que por más que el fantasma no aparezca, las ánimas que rondan su vida se harán presentes en la mía, y ya no me importa. Somos grandes, yo soy grande, más grande que ellos, más grande que muchos y por fin soy capaz de verlo, de sentirlo en cada nervio de mi cuerpo, de continuar, de vivir como si nunca hubiera sucedido nada, como si siempre hubiera sido hoy, sin esas caras que ya no observo, sin esos labios qu
e ya no beso, sin esos vasos que compartíamos ni esas casas a las que solía ir.
Ojalá siempre hubiera sido éste día, éste lugar, éste aire, ésta vida, donde a veces me pierdo, pero tengo el ancla que es capaz de soportar mis locas ideas, mis desórdenes, mis cambios de ánimo, mi imbécil sentido del humor, mis torcidos sueños, mi madurez a pulso, mi composición familiar, mi realidad laboral, mis expectativas intermitentes, en resumidas cuentas, ser yo. Ojalá siempre hubiera sido éste día, ojalá siempre sea hoy.

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