lunes, 16 de julio de 2012

Mi querido Richard Kimble

IRichard Kimble fue un prófugo de la justicia, pero su motor de escape siempre fue el hecho de que lo inculparan en el asesinato de su esposa, cosa que nunca fue así. Viajar en tren es sentir su odisea recorrer las venas de todo el cuerpo. Un hombre de buen corazón. Un par de veces incomprendido pero solo porque hubo blasfemias y exageraciones entorno a su imagen por altos cargos, como la policía. Nunca tuvo ocasión de defenderse, por lo que cuando lo trasladaban en ferrocarril hacia el lugar de su ejecución, coincidió de buena manera con un desperfecto de la línea y Kimble fue capaz de escapar. Fue de pueblo en pueblo, recorrió cada estado de los Estados Unidos, adoptando diferentes identidades y trabajos mediocres: limpiaba establos, transportaba desechos, cultivaba la tierra. "Mediocres" en comparación a su real profesión: pediatría. Y Richard en cada provincia se mostraba humilde pero tarde o temprano descubrían que era demasiado letrado como para desempeñar ese tipo de trabajos. La gente (sin saber que era buscado por la justicia) confiaba en él y acudían por su ayuda sin dudar. En cierto momento, se enteraban que él era buscado por la policía nacional. Y temía lo peor: ser delatado. Pero contaba su versión, las personas apreciaban sus buenas acciones previas y lo dejaban ir. Algunos eran capaces de encubrirlo por siempre con tal de que no se marchara, solo por estar un día más con él, un par de horas, un último desayuno dominical. Pero algún soplón del pueblo avisaba al sheriff de turno, porque claro, la ciudad estaba plagada de su fotografía. Y en ese momento, Richard Kimble tomaba su pequeña maleta, su traje siempre limpio y perfectamente planchado, se despedía con fortaleza de quienes formaron parte de su hogar por un par de días y fue capaz de considerar cercanos a su familia. Salía a la carretera y en sus zapatos de cuero lustrados, su silueta se alejaba, mientras dejaba atrás a un pueblo devastado por su partida y su propio corazón destruído. Así, como Quinn Martin pudo inventar una serie de antaño tan memorable, yo puedo divagar, mencionar a Kimble pero en realidad no referirme a él precisamente. Las analogías tienen ese gran poder.


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