jueves, 24 de junio de 2010

El mejor amigo del hombre



La naturaleza es muy sabia. Todo sucede por una razón y nada es coincidencia, la misma ciencia lo puede probar. Los perros se gestan en tan solo setenta y tantos días, dependiendo de la raza es la cantidad de cachorritos que salen del vientre. La biología no abusa de un chiguagua y solamente nacen dos perritos en cada fecundación, mientras que un San Bernardo puede tener hasta siete criaturitas en su útero.
Los cachorros cuando están en el vientre de la perra no ven, tienen los ojos cerrados, tienen pelo y ya tiene una pigmentación determinada: los perros pelirrojos son más nerviosos. Lo más extraño de todo es que solo hay tonos de pelaje en base a dos colores: gris y blanco, de ahí comienzan a oscurecerse, aclararse, fusionarse o inclusive cuando existen mutaciones son de otro color. Se comprobó que hay cuatro genes diferentes para la forma del cráneo de cara perro, siendo los más alargados e inclinados una de las razas más antiguas.
Una vez en la tierra, el perro puede abrir sus ojos al tercer día de nacido y escuchar luego de una semana, pero como toda espera tiene su recompensa, luego de tres semanas, un perro puede escuchar treinta y cinco (sí, 35) veces más que un humano.
El olfato es otra historia, harina de otro costal, el ser humano tiene cerca de doscientas mil (200.000) células olfativas, mientras que el perro tiene treinta y cinco millones (sí, muchos ceros: 35.000.000) y por esa razón pueden oler cada ingrediente de una comida, mientras que nosotros los humanos sentimos el aroma del plato por completo, son capaces de percibir algo bajo tierra y huelen para ayudar a la detección del cáncer a la piel.
Los perros son iguales a los humanos: se forman de la misma manera, se desenvuelven en el mismo sitio y sus habilidades se desarrollan con el tiempo, claro que pueden ser potenciadas dependiendo del amo que tenga: pueden ser adiestrados de las maneras más insólitas. Los humanos también, somos adiestrables, aprendemos en base a los castigos y retos, a los gritos y a las prohibiciones. A un perro pequeño le dicen “sit” y a un niño en el colegio le dicen “siéntate”. Uno es animal y el otro persona, pero tienen en común que cuando son corregidos o mandados, siguen instrucciones, aganchando la mirada y poniendo ojos de perro/niño arrepentido. El perro llora cuando su amo se va por un tiempo, es capaz de extrañarlo y de diferenciar a quien lo ha cuidado del resto de los comunes mortales que no significan nada en su vida perruna. Un día iba en la calle con la Flo (mi perrita) y una señora tenía dos perros de la misma raza, me empezó a conversar y dijo que antes tenía tres mascotas, solo que el perro más viejo murió tres días luego de que su marido falleciera, dice que esas tres noches fueron infernales porque la pobre criatura no dejaba de llorar por su amo, que fue el que primero lo vio, de cachorro y fue quien le enseñó “modales” y tantas otras cosas.
Los humanos somos re parecidos a los perros. Me encantaría que existiera más conciencia sobre el maltrato animal y el daño que se le hace a pobres criaturas sin culpa alguna de haber llegado a este mundo. No por ser humanos somos dueños del mundo.

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