viernes, 14 de agosto de 2009

Cae la lluvia y todo cae. Resbalo sobre el agua sucia


Esa mañana no quiso despertar, tantos sentimientos y emociones afloraban desde su piel, tantas sensaciones abrumaban su mente que solamente quería dormir y olvidar. Su corazón era una serie de retazos mal unidos que ni con la mejor magia podrían unirse, al menos no aún. Y dolía, le dolía tanto el pecho que probablemente la muerte fuera más placentera. La cama era enorme, la habitación ínfima y sus lágrimas eran odiosas. Quería huir, arrancar del tiempo y de las cosas malas, evadir todo de una buena vez pero con efectividad probada, que nunca más en la vida pudiera sentirse como aquella mañana. Las nubes anunciaban lluvia pero aún no sucedía. Estaba esperando que lloviera, que hiciera frío, mucho frío y que el viento le calara los huesos, pero ya nada era posible, había perdido toda esperanza a la realización concreta de sus súplicas por estúpidas que fueran. Tantos recuerdos recorrían su mente, fragancias, voces, colores, texturas, que cada vez dolía más. La calle estaba vacía y oscura. Nada era como antes, nada es como solía ser. Una gota tocó su frente, por fin llovía, pero para misterio de ella, nada mejoró. Se sentó en el suelo y miró al cielo. En ese momento comprendió que sus sueños murieron junto con su corazón.

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