jueves, 11 de diciembre de 2008

No hay un punto para dejarlo ir (puñales fuera)


Es oficial, hay recuerdos que ya no existen. Quisiera regresar a ellos, capturarlos, pero no tengo ni la más mínima idea de donde podrían encontrarse. Me asusta, me aterra pensar que simplemente se fue, momentos se fueron. El único consuelo que creí que existía era que si algo terminaba, un recuerdo podría atesorar y cuidar como la más preciada cosa en la vida y encadenarlo a mi corazón y guardar una copia en algún hemisferio de mi cerebro. No sé qué puede haber pasado realmente, quizás estoy durmiendo aún, o completamente despierta pero pensando en cualquier cosa menos la realidad adyacente. Hoy no sé. Un par de imágenes en mi cabeza dicen que todo fue maravilloso, ecos en mis tímpanos lejanamente me estremecen. Frente al espejo estoy de pie, me miro a los ojos, no regresará, no regresarán. Todo lo que he perdido en mi vida no regresará. Es como dejar caer las llaves de tu casa en la orilla del mar; es cosa de esperar unos segundos para que suba la marea, las haga flotar y se las lleve junto con los restos de arena. Me miro a los ojos y me convenzo nuevamente de que los recuerdos no regresarán. Quizás me aterra el hecho de que suceda como en las películas de ciencia ficción donde la memoria es borrada y se incorporan vivencias a una mente que nunca las tuvo, simplemente una maquinación cósmica y humana, casi robótica. Y todos pagan por ir al cine a ver esas películas. Aún no encuentro el mapa y siento que una araña trepa por mi pierna. Asco, mucho asco. Odio los insectos, sobretodo las arañas, me desesperan. Son casi tan insoportables como estar en un ascensor sola y que se detenga de golpe quedando varada unos minutos. Cinco, seis, siete recuerdos quizás perdí. ¿En qué momento los dejé ir? Tal vez estaba muy ocupada revisando recuerdos pasados cuando se me olvidó activar la función de "guardar" y por esa razón no están. La cama está rara, la almohada no tiene mi perfume, tiene otro olor y no me gusta, es tan dulce que no me gusta, siento cómo se me aprieta el estómago y cierro los ojos de golpe, aprieto los párpados, quisiera que ese olor se fuera de una vez. Sé el recuerdo que está atado a ese aroma, lo sé, y no sé si tal vez sería bueno que no estuviera en mi cabeza. Si lo pienso dos veces, o menos, una vez y media, podría decir con certeza que preferiría perder ese recuerdo y recuperar uno de los extraviados. Se congela la habitación, nada se mueve, miro a la izquierda y el humo del cigarro no transita, no circula, no sube ni baja. Pareciera que el tiempo se está cayendo, una melodía suena y es agradable, podría escucharla dos años seguidos y no me molestaría, creo. Quisiera que sepas que no va a volver. ¿Quién habló? ¿Alguien dijo que no volverá? ¿Quién no volverá? Esta noche las luces se apagan lentamente y una polilla ha chocado con la puerta mientras cerrabas la boca. Algo se está drenando. Me miro al espejo directo a los ojos, sé que es la única forma que tengo de decir la verdad a mí, de mí hacia mí. Que salga de mi propia voz para que viaje a mis oídos sin perderse en el aire ni en algún ruido más potente que la emisión de mis palabras. Ahora recuerdo que extrañaba impregnar vivencias en algunos lugares donde solía hacerlo, que extrañaba frecuentar los lugares que solía visitar en situaciones puntuales. Quizás el tiempo se congela y lo estoy dejando ir. Una mariposa ha salido de mi bolsillo y no puedo atraparla, vuela a mi alrededor y no puedo tomarla. Quizás los recuerdos se desvanecieron, quizás los recuerdos nuevos reemplazan a los antiguos, aunque no debería ser así. Apelaría si fuera necesario a una audiencia con mis neuronas para que retengan los recuerdos más importantes y los guarden, por más viejos que sean, por más empolvados que estén, y si están en blanco y negro, no tiene relevancia, son importantes y punto. La mariposa se posó en mi mano, una de sus alas me hace cosquillas. Hoy se está quemando algo, es la única manera de decir la verdad. Muevo lentamente la mano y la mariposa ha volado nuevamente. Mi habitación se hace cada vez más grande, más grande. La mariposa se ha ido volando rápidamente a mi cama, revoloteó unos segundos y luego se acostó. No quiero tocarla, quizás esta durmiendo, tal vez está perdida buscando a su madre mariposa, alomejor está huyendo de un cazamariposas, de esos tipos que coleccionan insectos solo para tenerlos en sus paredes creyendose más interesantes, siendo que a nadie les interesa que tengan una galería de bichos extraños en su propia casa, para eso está el patio, la selva, el campo o la montaña. La mariposa continúa acostada. No quiero mirarla porque quizás le molestará. Es tan pequeña, es tan ínfima en comparación al resto de las cosas. Es un detalle, nada más que un detalle. Es un punto entre muchas líneas. Una gota en un mar enorme. Me acerco lentamente y no se mueve. Quizás murió, tal vez era muy vieja, me pregunto qué cosas podría vivir una mariposa. No sé si alguna vez podré ver una mariposa sonreír. Sería digno de ciencia ficción o de dibujos animados. Lentamente me acerco a la cama y me acuesto a su lado. Soy enorme al lado de la mariposa. Está viva, está respirando, pero probablemente esté cansada. Cerré los ojos un segundo, quizás los recuerdos vuelvan. La mariposa no está, se ha ido, no sé en qué minuto, pero se ha ido. Desapareció y nisiquiera puedo moverme. Quiero levantarme y no puedo, sigo acostada al lado de las arrugas que dejó el cuerpo de la mariposa. Miro con detención y su ala quedó sobre mi colchón. Quizás pueda volar unos pocos metros y luego muera producto del golpe al caer desde tamaña altura. Puede que al igual que mis recuerdos, no vuelva.

(Título sacado de "knives out" Radiohead)

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