martes, 29 de julio de 2008

Ya no es como antes, el tiempo nos cambió


Las hojas caían cada vez más seguido y el viento ni siquiera se dignaba a aparecer. No tenía explicación lógica que los árboles no fueran más que un grupo de ramas patéticas de pie a las afueras de la ciudad. Suelo real era lo único que alguna vez quiso. Al continuar caminando su zapato quedó cubierto por el barro y era la señal que necesitaba para saber que su mayor miedo se había materializado: la falsa fortaleza había caducado hace dos segundos atrás. Pensó que debía sonreír pero se comenzó a desvanecer. Una lágrima corrió por su mejilla. Pasan las horas, puede que no deba llorar. No era necesario dar pie a la tristeza en una tarde de miércoles nuboso, donde la neblina escondía todo, pero por fin estaba su mente clara. No recordó cuando fue la última vez que lloró sin justificación alguna, lo había olvidado por completo, ya que ultimamente, solamente acostumbraba a estar deprimida por una razón en particular. Las pruebas estaban a la vista y todo era evidente, por primera vez en tantos meses. Por fin terminaron los días de cien horas y los meses de sesenta días. El tiempo había recobrado la cronía que había perdido, por fin, al fin, por suerte. Suerte, es lo que menos tuvo. Siempre maldijo la suerte que estaba a su alrededor, porque favorecía a todas las personas que estaban cerca, menos a ella. Tomó su zapato con barro e intentó limpiarlo, pero estaba completamente impregnado, ya nada podía hacer. Otra lágrima recorrió su mejilla, se inclinó y luego se acostó en la gran posa de barro. Quizás pasaron tres días o una hora. Durmió plácidamente como nunca sobre el asfalto hasta que un rayo de sol rozó su cara y despertó, entre barro seco y lluvia otoñal. Se puso de pie y pensó: "Que no importe lo peor".

[Titulo sacado de "Lo que fue" de Casino]

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