sábado, 25 de agosto de 2012

Quedarse quieto y esperar

Se miraron furtivamente con timidez pero una sensación de estar en casa, inexplicable, fortuita. Dos tazas de café estaban frente a cada uno de sus cuerpos...quietos, nerviosos, ansiosos. Deseosos de un amor naciente, muriendo interiormente por creer que existiera la -por más remota- posibilidad de que así fuera. El azúcar era un detalle, nada relevante. Conversaban de temas aleatorios con temblores en la voz, que creían muy ruidosos y delatadores, sin saber que no eran tan evidentes como creían ser. Se sintió observada, con ojos de ternura, de una calidez desconocida, mientras narraba una historia que a cualquiera pudiera embobar. Sabía que su relato causaba estragos en quien oía, era capaz de notar su yugular bombeando mucha sangre con velocidad y fuerza en su cuello. "Puede que sienta algo por mí" pensó. Hablaba de su historia sin saber necesariamente si las frases que de sus labios brotaban eran reales o no, ya que su mente pensaba, se preguntaba cosas, vagaba en incertidumbre. Se equivocó en las descripciones de su relato solo porque la miraba fijo. A fin de cuentas, daba igual. Revolvió el café y le pidió que se acercara un poco. La miró con incredulidad. "Ven, tienes...". Posó con sutileza su mano sobre aquel rostro silencioso y contemplativo. Con suavidad deslizó su pulgar sobre aquella mejilla tersa. "...una pestaña. Ahí la quité". Pudo ser la mentira más grande que pudiera emanar de su boca, pero la excusa necesaria para establecer el más inocente y dulce contacto Físico con el nuevo ser humano de su afecto. "Pide un deseo" le dijo, sabiendo que nunca se haría realidad, culpando a la ausencia de una pestaña. La miró contemplativa, sonrió y le dijo "se acaba de cumplir". Acercó su mano a la mejilla de ella y pronunció "tienes una pestaña, déjame quitarla". Deslizó cuidadosamente su pulgar, imitándola. Ella sonrió. Nuevamente deslizó el dedo y dijo "tenías otra pestaña imaginaria".


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