domingo, 20 de noviembre de 2011

Blur


Cuando todo se ve borroso por el cansancio que no tiene evidencia del causal, ver tu reflejo en una serie de televisión, que te describen a la perfección, sentir cada vez mayor el escape de tu voz y la falta de potencia de la misma, una ronquera sutil pero que vino para quedarse, tu cama absorbiendo tu espalda y tus energías.
Y nació, de la nada el impulso de escribir algo más grande, de tener un escritorio digno donde sentarme a escribir algunas horas al día, como también de andar en bicicleta en cualquier parte para hacer algo de ejercicio. Y aún no veo al genio de la lámpara, por lo que no sé si realmente se cumplan. Lo más triste, es que no dependen de nadie más que de mí. Y dejo que me derroten estupideces, que me enrabien situaciones imbéciles, que la inteligencia se vaya con el agua que escupo cada vez que me lavo los dientes. Día tras día, siento que pierdo mi esencia, gran parte de ella o toda. Es relativo. Y mi cabeza sueña, mil cosas, crea diálogos interminables y repetidos todas las tardes cuando camino y ensucio mis zapatillas con esa arenilla cada vez que me bajo de una micro. Ensucio mis pertenencias pero yo no, no me dejo ensuciar ¿por qué? porque simplemente no cruzo el río, porque no hago nada lo suficientemente grande, porque no me atrevo, porque no me arriesgo, porque la autocompasión es tan grande que apestó todo éste lugar. No tiene explicaciones científicas ni descripción de síntomas en el DSM-IV. La ciencia me carcomió, lo obvio, lo que está claro, lo explicable, lo que tiene una causa para provocar un efecto, la desesperanza de pacientes que nunca podrán ser como todos nosotros. Y yo, lo malgasto, me malgasto a mí misma. ¿Podría sentirme orgullosa de eso? Odiarme, eso debería, golpearme, si pudiera lo haría. Por eso mismo, ahora me saco el pijama, me ducho y salgo a la vida. Sí, ahora, a las 20.27.

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