lunes, 1 de noviembre de 2010

No puedo debilitarme otra vez por más que mis defensas estén completamente bajas y mi organismo reconozca como propio cualquier virus o microorganismo, partiendo por un resfrío común, pasando por una gastritis y llegando inclusive a un problema de la próstata.
Y si digo que tengo fuerza, debo creerlo porque sé que podrá ser así.
Pretendo ser feliz y lo busco incansablemente, hoy soy feliz a causa de una pequeña alma que revolotea en mi vida, que me hace olvidar las penas, las lágrimas y las malas jugadas del destino, esas que me asustan y me dan miedo, esas que me provocan explotar en llanto una noche de fiesta porque no quiero que mis seres queridos estén en peligro, y siempre está ahí, esa voz que me dice que no estoy sola, que debo continuar, que debo vivir, que debemos planificar una existencia en común, que tenemos que reír, que debemos acompañarnos cueste lo que cueste e importe lo que importe (o no importe).
Cuando el sol sale, quema, poquito a poquito, quema. Los cambios de luz pueden salvar a un depresivo de tal manera de robarle una sonrisa y dañar a un fotofóbico, pero ese problema no es mío, es asunto de cada uno. Hoy pretendo sentarme con las piernas colgando y sentir el sol en mi cara de a poquito, lento, a pausa, pero disfrutándolo.

No hay comentarios: