Es una buena forma de revivir. Misteriosamente cuando menos lo esperé, quise o planeé, volví a la vida en gloria y majestad sin más ni más entre risas, alegrías, sorpresas, proyecciones y dejando toda la basura donde debe ir. Sé que debo reciclar para no contribuir a la destrucción de nuestro planeta-una vez más- pero sencillamente hay ciertos elementos que no son materias primas, que son infecciosos y ya no tienen un nuevo uso en la vida cotidiana. Lo que muere, hay que enterrarlo y esperar que la Tierra sabiamente pueda degradarlo. Ya no me hago mayor problema por eso porque debo ser conciente con quien es conciente conmigo, debo preocuparme por quienes se desviven por mí, debo apoyar a quienes me prestan sus hombros para llorar, debo oír a quienes conocen mis más profundos secretos y debo acariciar a quienes me ofrecen un abrazo fuerte cada día. Es demasiado injusto ser un pez con un ansuelo cerca, ver cómo el gusano atado a la caña de pescar se dirige hacia tí y al momento de abrir la boca, llegan muchos gusanos y te comen. No es justo que la carnada te transforme en su propia carnada. Siendo una actitud despreciable y no imitable ya que no tiene ni una pizca de honorabilidad, hay que evitar que los círculos viciosos continúen y cerrar de una buena vez este jueguito enfermizo que te hace caer una y otra vez en consumir el mismo tipo de sustancias ilícitas que sabes que te destruyen por dentro primero para posteriormente deteriorar tu cuerpo, tu cara, tener el camino de las lágrimas marcado como un surco de tanto que has llorado en las noches del invierno pasado. Hay cosas que hoy simplemente no me interesan y ayer me importaban demasiado. Pensé que me costaría más desprenderme de las cosas pero finalmente pude ser fuerte. Si te quitas la venda que cubre las heridas y hay una costra, mejor no quitarla, esperar que los tejidos se unan, que la biología haga lo suyo y que las células establezcan nuevas relaciones entre sus pares para que te cures de una buena vez y no tengas un agujero en tu piel que te recuerde día tras día por qué solías sufrir. Tuve que tocar fondo varias veces, más de una pero menos de diez, en cada ocasión fueron diferentes impactos, con distintas magnitudes y daños, a veces más dañinos en otras más inofensivos, pero nunca dejó de doler, nunca. Hoy ya no duele, por más que me rasque las heridas de antaño, no siento nada, solamente hay una cicatriz en un tono más claro, un diferente matiz de mi piel, pero ya no duele ni se abre. Si me planto frente al espejo mientras miro mis ojos y observo mi presente tal como está no creería que tuve que recorrer un camino tan largo y pedregoso, lleno de baches que me hacían tropezar una y otra vez, con tentaciones que regresaban y otras que eran nuevas, desconocidas para mí, las que no pude resistir a probar, por más que me dieran placer por un minuto y desdicha por una hora. Si hoy palpo mis rodillas ya no tengo sangre ni rasmillones, dejé de caerme, dejé de resbalar, dejé de equivocarme y de soportar calvarios que no eran míos. Todos se van cuando tienen la posibilidad, por eso, cuando toqué el fondo, escapé, por el lado, sin subir, sin elevarme, sin ver la luz o la claridad. Encontré un pequeño agujero por el cual arranqué, un desvío que estaba congelado, donde la temperatura era bajísima y estaba entumecida, mi corazón latía dos veces al día de manera agónica y mi mente intentabla bloquear los dolores del pasado. Estuve ahí varios meses, sentada, con la cabeza entre las manos sin saber realmente qué hacer, si esperar, salir por mí misma o simplemente esperar que un alma compasiva me rescatara. Cuando la temperatura subió un par de grados, decidí que era el momento de avanzar, de salir de ahí, aunque mis piernas no respondían y mis sentidos estaban adormecidos. Decidí salir, sintiendo miedo pero fingiendo no tenerlo. Y lo hice, lo logré. Si hoy miro mi reflejo en el agua que junto en mis manos, puedo ver que sonrío y que eso nada ni nadie lo cambiará.
(Título sacado de "Weird Fishes /Arpeggi" de Radiohead)
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