jueves, 1 de octubre de 2009

Ausente en una conversación serás el único que no podrá hablar


Es de conocimiento popular que la naturaleza es sabia, que las cosas suceden por una justa razón y que el tiempo existe por la sabiduría que tiene presente en cada uno de sus átomos. Es extraño pensar que los ojos son una de las partes del cuerpo más pequeñas pero que cumplen una función realmente importante: mostrarnos la realidad que está más próxima a nosotros, darnos sentido de orientación, ayudarnos a explorar lo desconocido, comprobar las cosas por nosotros mismos y observar la verdad desde nuestras propias pupilas. Ver, eso hacemos, observar, mirar. La dirección de la mirada siempre es hacia adelante y hacia los lados con mayor dificultad y menos campo visual. Es extraño pensar que no podemos ver más allá, que no tenemos la capacidad física de poder lograrlo por más que nos lo propongamos. Es lo mismo que escuchar: tu oído funciona las veinticuatro horas del día, los siete días a la semana, sin excusas de feriados ni vacaciones. El proceso es simple: una onda sonora viaja por el aire, choca a un átomo, este átomo se agita y hace oscilar a otro y así sucesivamente, como una cadena de dominós que derrumbas, para luego chocar en el tímpano, llevar el sonido a tu oído interno, para posteriormente transmitir el impulso nervioso y finalmente ser decodificado por tu cerebro para saber qué fue lo que realmente escuchaste. En ocasiones hay tantas voces que suenan a la vez, que es imposible oír lo que cada una de ellas dice, en vez de poder escuchar al menos un mensaje, de los diez que salen de bocas ajenas, no puedes descifrar ninguno, porque las ondas chocan, en algo que se llama superposición destructiva: cuando hay varios sonidos a la vez, simultáneamente, en vez de amplificarse, se anulan, se destruyen. Y claro, puede que te suceda eso, y tu intentes concentrarte al ciento por ciento para escuchar, para saber de qué hablan, qué se está comentando a tu alrededor, qué intentaron decirte y tú simplemente eres un sordo en medio de la multitud parlante. Lo mismo pasa con la visión: por más que quisieras ver a veinte kilómetros de distancia o mirar a través de las paredes para observar lo que hace cada persona, por más que aprietes los párpados y centres la mirada, es imposible y simplemente es así, no hay nada que hacer. Y es frustrante, es frustrante estar sordo y ciego en ocasiones, intermitentemente, de vez en cuando, minuto por medio. Quisieras saber qué se teje realmente bajo las sábanas, qué es lo que se esconde debajo de la gran alfombra persa de la sala de estar de tu ex pareja, qué es lo que están viendo en éste momento los ojos de tu padre, escuchar cuál es el chisme que involucra a tu hermano, descubrir cuál es la mentira que te dijeron y tu creíste que era verdad. No se puede, simplemente no se puede. Puede que suena a que es malo. ¿Dije que era malo? A veces es mejor no saber, mientras menos cosas nocivas escuches, más tranquilo podrás estar, mientras menos basura observes, más feliz podrás ser. Me encanta el refrán que dice "No debes llorar sobre la leche derramada", que quiere decir que no debes lamentarte por cosas que ya han sucedido, porque no puedes remediarlo. Admito que yo me imaginaba sentada en el comedor de casa, con los brazos sobre la mesa, mi cabeza apoyada sobre mis manos extendidas, litros de leche deslizándose por el vidrio y mis lágrimas mezclándose con la leche. Sería una fotografía de antología, digna de galería de arte. Si no pudiste escuchar un mensaje, es por algo y si no pudiste observar algo, es por tu bien. Mejor es dejar las cosas así como están, porque quizás luego de enterarte de algo, hubieras preferido nunca haberlo sabido y en ese instante eres capaz de venderle tu alma al diablo con tal de olvidar la verdad que acabas de conocer. Es de conocimiento popular que la naturaleza es sabia.

(Título sacado de "High and Dry" de Radiohead)

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