miércoles, 9 de septiembre de 2009

Mi hoy cayó de lo más alto


Si conversas con alguien que solías compartir mucho y que por lo demás ha estado ausente un tiempo, resulta extraño. Si contestas el teléfono puede que no reconozcas su voz. Te preguntaste meses atrás dónde estará tu mejor amiga, pero la tarde que te quiere contar acerca de su vida nisiquiera pensabas en ella, fue algo azaroso para tí, pero quizás para ella algo premeditado. La tristeza es algo cíclico: en ciertas épocas del año se hace más presente y en otras se olvida de tí para partir a acosar a otra persona haciéndola sentir miserablemente deprimida. Hay cosas que terminan y otras que comienzan, te pueden romper mil veces el corazón pero tú te propones, luego de mirarte al espejo después de haber llorado horas y tener los ojos hinchadísimos que no derramarás nunca más una lágrima por nadie y menos por el desamor, pero lastimosamente tu promesa no la puedes cumplir y puede que llores denuevo, el día menos pensado, cuando alguna fragancia te recuerde algún momento que tú realmente atesorabas en tu mente. Nunca puedes ganar todo pero tampoco perderlo. La ley del todo o nada no existe, quizás es solo la forma en que tus ojos observan todo, la que deja hablar, la que explica tu forma de ser o analiza cada uno de tus pensamientos. La vida está hecha por una serie de mandamientos, tal como los enviados por Dios o Alá o cualquier divinidad en la que creas actualmente: tú sufrirás por cosas realmente de peso, reíras en los buenos momentos, compartirás con personas de tu agrado y de tu desagrado, serás exitoso en la medida que te lo propongas, perdonarás y pedirás perdón las veces que sea necesario (o las que tu orgullo permita, contadas con los dedos de las manos o con las estrellas de todas las galaxias existentes, depende de cada código genético), tu corazón se hará trizas una o cien veces y tú harás lo mismo con corazones ajenos, en algún momento querrás que todos te vean y en otros desaparecer y olvidarte del mundo.
En la vida puede que te cortes un dedo y sangre un poco, mucho o simplemente no sangre. Pasan los días y te duele. Está ahí la herida aún. El día lunes se te olvida el accidente y el martes cuando aliñas la lechuga con mucho limón recuerdas que te cortaste pelando kiwis la semana anterior. El dolor regresa, pero más que doler, arde, es una sensación de rabia mezclada con impotencia e impaciencia. Pasan los meses, tu mano está como nueva, tus células se multiplicaron de tal forma que tu tejido está regenerado por completo. Puede que otro día-si tienes mala suerte-te cortes nuevamente el mismo dedo u otro, pero siempre corres el riesgo, al tomar un cuchillo para pelar tu fruta favorita, de perder unas gotas de sangre. Pero claro, luego de ponerte una venda en tu dedo, debes comer la fruta, para que al menos haya valido la pena el dolor y la cicatriz.

(Título sacado de "Slide away" de Oasis)

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