viernes, 21 de agosto de 2009

Peces extraños. Fui comido por los gusanos


Tanto viento ya, tantas hojas se han caído, que ya no huelo nada. Caminé más de dos minutos por la misma calle y solía ser desesperante. No me agrada. Esa cara no me agrada. Algo hay en el aire que me gusta. Estoy recién doblando en la esquina y queda tanto para llegar a la esquina final, para terminar este tedioso camino. Recuerdo que desde pequeña siempre fui impaciente y con el paso de los años todos dicen que esas malas costumbres se quitan porque son caprichos de infancia, pero en mi caso de agudizó, al igual que esa maldita costumbre de ser una consentida de vez en cuando, una vez al mes cuando llueve y no me quiero levantar de la cama. Nadie sigue a nadie, todos tienen su vida, y en esta calle está vacía, no escucho nada más que un ladrido. Solamente cerré los ojos y me dirigí con velocidad a mi destino final, donde deseaba llegar, donde anhelé estar tanto tiempo atrás y no había podido hacerlo porque estaba estancada. Pensé tantas cosas al caminar, el viento era algo tan poderoso que sentía que podría volar. Pretendía elevarme lo más que pudiera, flotar, mantenerme levitando, mirar todo desde las alturas, mirar hacia abajo con la cabeza altiva y aires de triunfo, aunque dentro de mí supiera que eso no era cierto, pero a veces es necesario engañar a los demás, para ver tu propio reflejo en sus ojos, de que estás excelentemente bien, mejor que nunca. Mis planes eran claros, luego de levitar unos minutos pretendía golpear el fondo y escapar, tocar lo más profundo del suelo, si es necesario escuchar un estruendo, no importaba, en estos casos todo era posible y permitido, bueno y malo a la vez. Por más que recuerde la expresión de mi mirada frente al espejo, no me dice nada, quisiera saber cuales son mis fantasmas, sentir que me siguen hasta el final, nosé si de los días, pero hasta el final del día de hoy quizás, que todos siguen, me siguen, que no me atrapan, que aún soy libre y gozo de ese privilegio, quizás es mi posibilidad de ver cómo algo único llega a mí, sentir cómo te comen los gusanos, nosé si el cuerpo, pero tal vez el alma. Sé que debo tocar el fondo y escapar, es la única salida. Y por fin llego al final de la calle, ahí está el horizonte perfectamente trazado, siempre ahí, luminoso y brillante, solitario y contemplado, como siempre, tan sobrevalorado, siempre los artistas se creen más sensibles por mirar el horizonte, para mí son solo inventos, intentos siúticos de creerse cursi cuando en realidad todo lo que importa es la vanidad y el dinero, el éxito y la admiración, el reconocimiento y el apellido, los legados y las herencias. El mar estaba tranquilo y solamente salté, flecté mis piernas, me impulsé con los brazos y di un enorme salto. Fue caída libre y cámara lenta a la vez. Tantos recuerdos pasaron por mi cabeza en ese momento: fragancias, dolores, texturas, miradas, besos, caricias, fracasos, tristezas, frustraciones, alegrías, caras, colores, formas, árboles, jirafas, nubes, pasto, música, canciones, cigarros, fiestas, faldas, peces, miedos. El viento salado rozó mi cara y era capaz de oler la arena estando tan lejos de ella. Sentí todo mi cuerpo mojado, el mar bañaba cada parte de mí, cada átomo, cada célula, cada pensamiento, cada lágrima, cada risa. Nadé sin parar, toqué el fondo, sentí el suelo pero no podía abrir los ojos, quería hundirme, nunca flotar, no salir a la superficie porque ya había encontrado mi lugar, el lugar que siempre había buscado sin saber siquiera que deseaba estar ahí. Era un azul intenso, que incluso con los ojos cerrados me encandilaba. Sentía las burbujas salir de mi nariz y rozaban mi cara. Eran enormes, unas esferas gigantes que flotaban hacia la superficie. Por un instante sentí miedo de que se agotaran, de que no hubieran más burbujas y tuviera que subir para buscar más aire y regresar a mi nuevo sitio. Quizás al mirar el mundo otra vez, sentí el aire en mi rostro, todo cambiaría, no podría regresar al fondo del mar, a estar en contacto con los peces y algas. Había tantos riesgos que correr. Podría perder el oxígeno-y la vida- por no salir a buscar renovar el aire que rota por mis pulmones, y si salía, podría despertarme de este gran sueño que me aleja de mis pesadillas. Debía pensar rápido: vivir con oxígeno y probablemente existir muchos años más pudiendo ser feliz o miserable o no buscar oxígeno, existir unos minutos solamente, ser feliz, alejarme de mis pesadillas y sentir una agonía rápida pero eficaz. Nadé, abrí los ojos, mi pelo flotaba de forma tan armónica que era precioso todo. Floté rápidamente para volver a la realidad, tomar aire y continuar viviendo como todos los mortales. Mi cabeza salió a la superficie, abrí la boca, inhalé, no abrí los ojos y me sumergí denuevo. Una burbuja rozó mi frente y continué nadando, sin pensar en nada ni en nadie, sin pensar en la cuenta regresiva del oxígeno que pudiera quedar, porque solo importaba nadar, solo nadar.

(Título sacado de "Weird Fishes/Arpeggi" de Radiohead)

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