martes, 12 de junio de 2007

Si estás en mi sangre, mis venas corren, no quieren parar por la ansiedad


Sus ojos brillantes de ilusión no dejaban de mirarme. Giraba su cabeza, la apoyaba en su propio hombro para observarme de la forma más tierna que podría existir. En el fondo de su corazón, ella sabía que mis sentimientos son mi punto debil, sabía que podía lograr lo que fuera manipulando mi mente, mi psiquis. Intenté ser fuerte muchas veces, separar mi mente de mi corazón y no dejarme llevar por sus miradas insinuantes, que decían a gritos que podría desatarse un cuadro depresivo severo detrás de esa forma de observar. La felicidad fue algo fugaz, apareció un par de veces, porque nuestras peleas nunca dejaron de estar, siempre estuvieron presentes a la orden del día. Cualquier palabra desataba una discusión. Quizás era nuestra forma de comunicarnos, nuestro lenguaje en común, un código mutuo, o un idioma que nos resultaba más comprensible. No tendría derecho a quejarme, porque las peleas son de a dos personas, y los insultos no soy gratuitos, cada palabra que uno recibe de otra persona, yo creo que es lo que uno merece. Recuerdo una de las últimas peleas. Lo más triste de todo, era que siempre se trataban de lo mismo, siempre era el mismo tema el que estaba en el tapete...las cosas de ella que me molestaban, y las cosas de mí que le molestaban, pero lástima que ninguna cedió y nadie hizo ni el más remoto intento de cambiar, de dejar ciertas conductas atrás, en el pasado, enterradas con una serie de recuerdos que no quisieramos que estuvieran en nuestras memorias. Ella comenzó a gritarme. Su voz era tan pero tan aguda y tan potente, que sentía que podía ensordecer, incluso en un momento pensé que sería la de ella, la última voz que escucharía, que el sonido de su puño chocando contra la puerta sería mi despedida al mundo de la audición. No pude evitar hablar, y gritaba a la par con ella. Nos queríamos hacer escuchar, y mientras una elevaba un nivel el tono de voz, la otra lo aumentaba el doble. Debo decir, sin ser soberbia, que mis exigencias no eran la gran cosa, que yo siempre le sugerí un cambio en su modo de vida por su propio bien, porque el hecho de estar preocupada día y noche por ella me hacía mal, me agotaba, y se producía una reacción en cadena, ya que al llegar la tarde estaba tan cansada que no quería ni verla practicamente. Ella decía lo mismo de mí. Que no me pedía la gran cosa, que era lo mínimo que podría haber hecho por ella cualquier mortal que pisa la faz de la Tierra. Pero como me gusta decir que tengo la razón (porque en parte es verdad, pocas veces me equivoco en ese sentido) su argumento defendido no era válido para mí, no era un tema transable para mí, cuando nos conocimos quedó todo claro y fue acatado con una sonrisa en la cara y sellado con un abrazo tembloroso. Recuerdo esa noche, tan difusa a ratos, tan poco nitida. Es algo tan común en mí, tener una especie de laguna mental en situaciones de ese tipo, donde las malas palabras abundan y la cortesía se ha ido lejos. Mientras yo estaba sentada con mi espalda apoyada en la espalda, el ambiente comenzó a ponerse tenso, y me paré abruptamente. Ella se acercó a mí, lo más que pudo, y con gestos desafiantes preguntó gritando: "¿Quieres que cambie?" Mientras se acercaba a una pequeña mesita importada, luego se inclinó, aspiró con fuerza por su nariz, intentando no dejar ninguna molécula suelta, porque como es la Ley de Murphy, quizás quedaría alimento para las termitas. Limpió su labio superior pasando su mano empuñada de forma brusca sobre su boca, pestañeó un par de veces de manera veloz, miró hacia el cielo y dijo: "Como decían las viejas...-Se detuvo un momento y lanzó una carcajada porque casi pierde el equilibrio y cae al suelo, pero alcanzó a afirmarse de la pared-Quien nace chicharra, muere cantando ¿No? Y esto es lo que mejor sé hacer en mi vida. Mi único placer cercano". La observé con cara de desconcierto y solamente pude gritarle en su cara : "Quisiera poder hacer algo por ti, pero tú no quieres. Quédate con tu vida, a mi no me interesas y te juro que no importarás ni un segundo más". Se sentó un segundo en el suelo, sin pronunciar palabra alguna, pero era evidente que se preparaba para el contraataque. Yo estaba esperando una respuesta, algún indicio que demostrara que mis palabras habían tocado su alma y deseaba que pudiera cambiar, no para continuar a su lado, sino para que de una vez por todas ella pudiera ser feliz. Se puso de pie sin darme cuenta, recogió una botella de cerveza que estaba en el suelo casi llena, bebió un sorbo. Debo aceptar, reconocer que intenté recordar alguna escena así en mi vida y nada pasó por mi mente. Alzó la botella y gritó: "¿No conoceré a tu madre?" Mi expresion facial no cambió. Continuó : "¡Está todo dicho entonces...lárgate! Sal de mi casa...¡¡¡¡No quiero verte en mi puta vida!!!". Mis piernas no reaccionaban y mis manos se congelaron, una sensación extraña recorría mi cuerpo, sin saber como explicarlo. De un momento a otro comencé a sentirme mareada, la habitación daba mil vueltas en mi cabeza. Álzó la mirada, llevó la botella detrás de su cabeza y la lanzó en línea recta. Di un paso hacia la izquierda y vi como los trozos de vidrios se reducían aun más, luego de haber impactado contra la muralla, cayeron al piso mientras el líquido escurría por el empapelado exclusivo de una de esas empresas de "Casa y decoración". Tomé mi chaqueta, y cerré la puerta de un golpe. Bajé rápidamente las escaleras, y camino a la salida, se acerca un chico y me pregunta: "¿Estás bien?". Lo miré medio asustada y respondí apuntando hacia el tercer piso: "No, pero ella está peor".
(Título sacado de "Express" de Saiko)

1 comentario:

Anónimo dijo...

Nunca te habia dejado un posteo....
perdon...comentario....
esta vez lo hago...simplemente...para decirte que te quero mucho... de vdd... y darte las gracias...
por lo que haces a diario por mi... conciente o inconcientemente...
El texto..ya lo habia leido...aunque ahora toma mucho mas sentido para mi...

Tq!

Sweet Kisses

dews