miércoles, 30 de marzo de 2011

Siempre nos tendremos el uno al otro, cuando el resto se haya ido


Estuve aterrada de la peor manera posible, lloré en silencio y a gritos, me escondí y me escabullí en la oscuridad para intentar evitar afrontar lo que inevitablemente me rondaría por mucho tiempo más. Y tenía miedo, y tiritaba, temblé muchas horas, lloré meses enteros y pensé mucho más, mucho más que eso. Me torturé psicológicamente de tal manera, que sé que nunca más volveré a tener el mismo percance, que yo llamo “error”, pero mis amigos consideran “algo normal que a todos les pasa”. Y no soy como los demás, soy diferente, en ocasiones demasiado. Creo que es mi coraza, esa que tallé a mano y pinté de la manera que yo deseaba ser vista, la que encaja con el mundo exterior, las fiestas y las personas de mi edad. Y visto esa coraza cuando estoy en público y todo parece normal. Cuando llego a mi habitación la lanzo lejos, porque pesa mucho y duelen los hombros, además el metal hace que mis ojos ardan y en ocasiones me provoca llorar. En mi metro cuadrado no tengo coraza ni máscara ni ropa, ni siquiera un antifaz pequeño, nada. Y ahí me siento bien. En ocasiones me dejo guiar, cuando estoy completamente ciega, teniendo una sensación que me embarga, tan extremista que siento como si Dios se me hubiera aparecido y me hubiera arrancado los ojos, tal como en las tragedias griegas. Por fin pude ver y comprender que era un peso muy grande el que cargaba y necesitaba desnudar mi alma para poder expresar mi arrepentimiento y el dolor que he llevado en mi corazón desde diciembre pasado. Creo que nunca pensé -y sí, subestimé, lo admito- que mi papá pudiera ser tan comprensivo y tan tierno. Con un solo abrazo de él, pude sentir cómo el peso de todo el universo que llevé en una mochila por tanto tiempo, se desvaneció.

(título sacado de "dig" de Incubus)

1 comentario:

LoreBradshaw dijo...

wuuuuuu , LO amo oh mY dIon